Sostiene Pereira. Una declaración (Anagrama, 2013), de Antonio Tabucchi y traducido por Carlos Gumpert y Xavier González Rovira.
La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad.
Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi
Sostiene Pereira. Una declaración (Anagrama, 2013), de Antonio Tabucchi y traducido por Carlos Gumpert y Xavier González Rovira, es un libro que he visto alabado en muchos lugares. Tabucchi nos presenta en él a un periodista que, acostumbrado a escribir en un gran diario, de repente es enviado a redactar la página cultural —así como necrológicas y efemérides— de un periódico vespertino y sin mucha repercusión en Lisboa.
Según se dice en el propio libro, Tabucchi es uno de los escritores italianos más importantes de su generación, y llama así a este libro porque toda la novela es una declaración —tal y como reza el subtítulo— del protagonista, Pereira. Entonces, todo lo que el narrador relata es a partir de lo que «sostiene Pereira» en su declaración.
Ambientado en el verano de 1938 en la capital portuguesa, navegamos por la vida de Pereira, en la que Tabucchi sabe introducir toques de humor sutiles que contrastan con la tristeza crónica que parece padecer el protagonista. Pereira es un periodista cincuentón que se pasa toda la novela secándose el sudor, bebiendo limonada y comiendo omelettes a las finas hierbas. Es un hombre infeliz, decepcionado, resignado a su vida, que todos los días al llegar a casa evita a su portera indiscreta y le habla al retrato de su difunta esposa, buscando en él la compañía que necesita.
Añora la presencia de un hijo que nunca tuvo e incluso llega a pensar que quizás no esté vivo, sino que ya haya muerto. Porque la muerte es un tema que atrae mucho a Pereira, y que intentará desarrollar cuando entre en su vida Monteiro Rossi, un joven italiano dispuesto a luchar en las Brigadas Internacionales a favor de la República española, que en ese momento se encuentra en guerra civil contra los sublevados.
Cabe destacar que en la novela hay mucha referencia a España debido a la complicidad existente entre la dictadura de Salazar en Portugal y la de Franco en el país vecino. Pereira, desde su catolicismo y apoliticismo intentará ayudar a Rossi, aunque siempre que hace algo contra las reglas de la religión se arrepiente pensando que ha cometido un pecado, acude al padre Antonio y al retrato de su esposa a disculparse.
Pereira defiende la libertad de expresión mientras que otros compañeros de profesión no lo hacen y se lo recriminan argumentando que Portugal y otros países del sur de Europa siempre han necesitado un jefe con mano dura. Entre ataques a judíos y censura, vamos adentrándonos en la personalidad de Pereira, que no cabe imaginarse como un Ignatius Reilly, de La conjura de los necios, sino más bien al contrario, ya que es un hombre desafortunado que durante toda la novela está estresado, no le salen las cosas bien e intenta esquivar los obstáculos que se cruzan en su camino.
Pereira es, posiblemente, el personaje literario más enternecedor con el que me he encontrado nunca. Marcado por todas las contrariedades conocidas, sin perder la fe ni la esperanza y ayudando a aquellos que defienden los valores democráticos, nuestro protagonista se acerca al final de la novela, donde ocurre un hecho trágico y el lector se ve sumido en la desolación. Creo que Pereira debería ser tenido en consideración y me extrañaría que no tuviera una estatua en alguna parte de Lisboa, porque parece tan real… De hecho, el autor habla sobre un amigo periodista que le inspiró para escribir este libro. Por más Pereiras y por más periodismo libre y sin censura, hay que leer este libro y ensalzarlo.
Recuerdo haber leído “Sostiene Pereira”, como lectura obligatoria en mis clases de Lengua y literatura gallega cuando estaba estudiando el bachillerato, y la verdad es que a parte de las maravillosas descripciones que hace al autor de la ciudad de Lisboa no recuerdo nada más. Seguramente tengo que darle una relectura, ya que he olvidado por completo la historia y aún conservo mi ejemplar. Saludos y gran entrada!
Me gustaLe gusta a 1 persona
A mí personalmente no me atraen las descripciones de lugares en las novelas, y lo que más recuerdo de esta es la personalidad del protagonista, siempre resignado y triste, vapuleado por la vida. Es una historia, a mi parecer, muy bella. Al ser breve, creo que yo también la releeré en otro momento.
¡Gracias y saludos! 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona