Autor/a extranjero/a · Narrativa

En el jardín del ogro, de Leila Slimani

En el jardín del ogro (Cabaret Voltaire, 2019), de Leila Slimani y traducido por Malika Embarek López.

Tuvo un hijo por el mismo motivo por el que se casó. Para pertenecer al mundo y protegerse de cualquier diferencia con los demás. Al convertirse en esposa y madre, se rodeó de un aura de respetabilidad que nadie puede arrebatarle. Se construyó un refugio para las noches de angustia y un retiro cómodo para los días de desenfreno.

En el jardín del ogro, de Leila Slimani

En el jardín del ogro (Cabaret Voltaire, 2019), de Leila Slimani y traducido por Malika Embarek López, es el primer libro que leo de esta autora, y he de decir que la primera experiencia no ha sido satisfactoria. Me gustó mucho el título, la imagen de cubierta y tenía ganas de leer más de esta editorial después de que Memorias de chica, de Annie Ernaux, no me gustara demasiado.

En esta novela nos encontramos con Adèle, una joven francesa de ascendencia argelina por parte del padre que tiene una vida de lo más pintoresca. Dejando de lado que está casada con un médico llamado Richard y que tiene un hijo pequeño llamado Lucien, la vida de Adèle es un desmadre. Y digo esto porque Adèle es una adicta al sexo. No para de fijarse en hombres con el único objetivo de que la penetren, le encanta tentar la pasión en el sexo opuesto.

Narrado en tercera persona, este es un libro que encierra cierto significado sobre la vida matrimonial y la maternidad. Adèle llega a desear que su hijo no se parezca a ella. Vive constantemente obsesionada, necesita organización, proviene de una familia humilde y de una madre autoritaria y ahora convive con un hombre que la quiere como a nadie y que le hace la vida fácil y cómoda. Y ella, sin embargo, se la da con el primero que se encuentra porque es superior a sus fuerzas.

Entre saltos en el tiempo, la historia apenas destila más contenido que ese. Todo empieza a ir a peor, Adèle parece descuidar a su hijo, su casa y a ella misma por satisfacer sus deseos carnales, y engaña por supuesto a su marido montones de veces. Incluso llega a afirmar que la vida en familia es un castigo, que ella no quiere la rutina familiar, quiere entrar y salir con hombres diferentes.

A partir de la segunda mitad del libro se empieza a respirar cierta hostilidad en la pareja, sobre todo porque Richard empieza a olerse algo y porque Adèle está preocupada porque él se entere. Hay una evolución progresiva y significativa de los personajes a lo largo de la novela, sobre todo de Adèle y Richard, que al fin y al cabo son los protagonistas. Y a partir del último tercio de la novela cambian drásticamente de actitud ambos, llegando al final, donde se respira un ambiente de languidez y resignación.

La lectura de este libro ha coincidido con la visualización de la película A pesar de todo (Gabriela Tagliavini, 2019) y da la casualidad de que, en la película, la madre de las cuatro protagonistas también se acostaba con el primero que se cruzaba en su camino. Algún que otro amigo lector me ha confesado que Canción dulce, un libro de la misma autora, le gustó mucho y que con este se ha llevado una gran decepción. Yo no he leído ese libro suyo, pero por lo demás puedo decir lo mismo.

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