Elogio de la locura (Alianza, 1992), de Erasmo de Rótterdam y traducido por Pedro Rodríguez Santidrián.
Después de tantos siglos, nadie que yo sepa me ha celebrado a mí, la Estulticia, en un discurso.
Elogio de la locura, de Erasmo de Rótterdam
Elogio de la locura (Alianza, 1992), de Erasmo de Rótterdam y traducido por Pedro Rodríguez Santidrián, es un libro que leí por la importancia histórica del mismo. Con una introducción del traductor que nos ayuda a entender la obra, Erasmo nos adentra en el libro, donde se deja entrever su humanismo.
Plinio, en un Naturalis Historia, dice que ser Dios consiste en ayudar a los mortales. Por eso mismo la locura que protagoniza este libro de Erasmo de Rótterdam se considera a sí misma el Alfa de los dioses.
Este libro tiene una crítica feroz a la Iglesia, al cristianismo y a los valores de los poderosos de la época, así como a las guerras y una defensa a ultranza del pacifismo. Pedro Rodríguez define el humanismo cristiano como «un rechazo de la cultura, la filosofía, la ciencia y la religión medieval para centrar un atención en el hombre», y a partir de ahí vemos a un Erasmo que se propone escribir este libro, protagonizado por la locura personificada, pero no la locura como la entendemos hoy en día, sino como necedad o estulticia.
Con una filosofía crítica hacia los altos estamentos de la Iglesia como monjes, curas o clérigos, nos damos cuenta de por qué este libro fue prohibido al principio por la institución eclesiástica. Nulli concedo, es el lema de Erasmo, que significa «No cedo ante nadie», y así parece ser, porque da golpes a diestro y siniestro y no deja títere con cabeza.
Lo que no he contado aún es que este libro está absolutamente anegado de referencias mitológicas, de las que Erasmo era un gran conocedor por lo que se ve. Por su parte, también ocupa gran parte de la obra a hablar de otras teorías filosóficas. Por ejemplo, la Locura —no olvidemos que es la protagonista y narradora de la obra— critica a los estoicos porque ella defiende el placer epicúreo, mientras que estos, si bien no lo rechazaban, al menos lo evitaban.
Asimismo, defiende dos etapas de la vida como son la infancia y la vejez diciendo que son muy parecidas y son en las que ella —la Locura— está más presente. Ella misma se granjea enemigos, sobre todo se enemista con las mujeres al decir que son un animal estulto e inepto que, aunque llena de perdón y de dulzura el hogar, siempre será necia. Y ante esto dice Pedro Rodríguez que Erasmo era considerado un antifeminista, aunque claro, en esta obra la que habla es la Locura y no el autor —ejem…— y no podemos atribuírselo directamente a Erasmo: sería como decir que Nabokov era un pervertido, cuando todos sabemos que no es así, que Lolita es una novela y que el protagonista se llama Humbert Humbert y no Vladimir.
Pero sí tiene razón cuando dice que, sin la estulticia ni la locura, no serían posibles las relaciones personales y los seres humanos no se podrían soportar unos a otros sin que, de vez en cuando, se engañaran. Este es un libro que en la actualidad resulta muchas veces infumable debido a su anacronismo y su lenguaje atravesado, aunque lo que narra podría haber sido escrito en nuestra época. Como era propio de la época, esta obra está escrita con un ritmo lento que invita a la reflexión, pero que muchas veces causa tedio.
Quien considere puede leerlo, aunque yo lo he terminado a regañadientes y no pienso volver a echarle mano.