Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2016), de Piedad Bonnett.
Este es un libro que, inevitablemente, duele.
En Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2016), de Piedad Bonnett, la autora nos habla a través de sus escasas 130 páginas, del dolor que sintió (y siente) por la muerte de su hijo Daniel, que se suicidó con veintiocho años.
Me encantaría dar detalles que puedan atraer al lector a esta obra (detalles que, por cierto, a mi no me dieron y que son esenciales para comprender la novela). Se me van las manos solo con pensarlo, y solo puedo decir que la vida de Daniel no pareció ser fácil y tuvo que convivir con alguna que otra enfermedad. Ahí lo dejo.
De todos modos, en el libro también nos dan una dirección web, un blog creado por Piedad y su hija Camila para recordar a Daniel y sus pinturas. Sí, era un pintor espléndido según ellas, según sus amigos y según todo aquel que lo conocía, incluido sus profesores. Yo pensé que pintaría como cualquier otro muchacho joven, con mucha intensidad quizá, pero también con mucho por aprender.
Sintiéndolo mucho por mí, me he tenido que tragar mis palabras, porque me he internado en el susodicho blog (danielsegurabonnett.blogspot.com) y he comprobado con mis propios ojos la magnificencia de las pinturas con carboncillo, al óleo o con cualquier otra técnica, de Daniel.
Es una novela que no invita al dolor tanto como a la reflexión. La autora busca que entiendas lo que ocurrió, lo que ella sintió, sus emociones en el antes, el durante y el después del suicidio de su único hijo varón. Porque la muerte de un hijo siempre duele, ya puede leerse en obras contemporáneas como La hora violeta, de Sergio del Molino, o en una de las joyas literarias de la literatura española que da nombre, precisamente, a este blog: Mortal y rosa, de Francisco Umbral (el pasado 29 de agosto se cumplieron diez años de su fallecimiento). Os recomiendo una lectura, aunque sea breve, por la lectura de Umbral. Era un hombre odiado por muchos, pero su vida fue muy contrariada, en su mirada puede verse en ciertas fotografías.
En definitiva, recomiendo este libro espléndido de Piedad Bonnett, porque sirve para poner un paréntesis en tus lecturas habituales para adentrarte en el mundo de esta madre que aún pretende comprender qué fue lo que hizo que Daniel saltara desde su piso en Nueva York para volar, para liberarse eternamente. Lo que es innegable es que, el dolor por la muerte de un hijo, sea como fuere la misma, no tiene nombre.