Autor/a extranjero/a · Narrativa

Los seres queridos, de Evelyn Waugh

Los seres queridos (Argos Vergara, 1983), de Evelyn Waugh y traducido por Helena Valentí.

Es conocida la afición de Waugh por narrar historias rocambolescas en sus novelas. Ya lo demostró con ¡Noticia bomba!, su novela más célebre. En Los seres queridos encontramos una historia pintoresca que, sin embargo, no se aproxima en calidad a la susodicha y donde un hombre se convierte en corresponsal por error y termina asistiendo a una guerra cruenta para retransmitir las novedades sin que a él se le hubiera perdido nada allí.

Aunque el comienzo de la novela es descorazonador, se ve que Waugh quiso darle originalidad. Narrado en tercera persona, este libro tiene algún toque de humor propio del autor. Sin embargo, el humor británico de mediados del siglo XX sigue estando alejado de lo que yo espero leer cuando la novela en cuestión se presenta como ‘desopilante’ o ‘hilarante’. De hecho, Jorge Herralde añadió a Waugh en una antología de los mejores novelistas de humor británicos.

El protagonista se esta obra se apellida Barlow y trabaja en una funeraria de animales domésticos de California en la época en la que el autor la escribió, y trata temas como la crítica social, el amor, el retrato social de la época y la personalidad de los aristócratas. Desde su puesto de trabajo, donde por cierto aparece en contadas ocasiones, percibe la hipocresía de la gente hacia sus seres queridos fallecidos. Con ironía, en la contraportada se nos dice que Waugh no deja títere con cabeza. Sin embargo, parece más feroz la crítica que hace en la ya nombrada ¡Noticia bomba! que en esta. Para tratarse de Waugh, esta novela es más suave y con una crítica liviana a la sociedad actual, a aquellos que solo valoran la reputación y el honor de una persona y a su decadencia moral.

Por momentos, la novela se hace densa, empalagosa, cuesta arriba, tediosa, y es de esas obras con decenas de personajes secundarios que el autor mueve rápidamente como dados en cubiletes y al final el lector no sabe dónde ha quedado atrapado. El fallecimiento de un amigo de Barlow desencadena una serie de hechos que dan más ritmo a la novela, donde los ilustres residentes en la colonia británica en California buscarán elevar su reputación a las nubes.

Waugh también incluye curiosos detalles, avispadas pistas, para que el lector las complete y llegue al final del recorrido. Por ejemplo, hay un personaje femenino que se apellida Thanatogenos, una mezcla de palabras cuyo significado está innegablemente relacionado con la muerte. Esta chica, que trabaja como no podía ser menos en una funeraria para personas, y Barlow se comprometen a casarse. Barlow no quiere decirle dónde trabaja él, pero el fallecimiento de una mascota hará que se encuentren y que su relación dé un giro de ciento ochenta grados y ella se desengañe.

A partir de ahí, un final triste de ritmo desbordante clausura una obra más bien flojita de Waugh. Quizás sea la edición, antigua y tan rocosa que cuesta pasar las páginas sin arriesgarse a romper el lomo del libro. O quizás la historia. O quizás el recuerdo de ¡Noticia bomba!, que sin ser ninguna maravilla (para mí) le saca ventaja literaria a esta. Sea como fuere, las diferentes voces enredan al lector y derivan en un final sinuoso sin demasiado fulgor.

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