Cómo leer literatura (Península, 2015), de Terry Eagleton y traducido por Albert Vitó i Godina.
Cuenta Eagleton en este libro: «A W. B. Yeats en una ocasión le denegaron una plaza académica en Dublín por escribir mal la palabra «profesor» en la solicitud». Por esta razón, este teórico literario, además de proponerse enseñarnos cómo leer la literatura, como dice el título, también quiere enseñarnos nociones básicas para no caer hondo en nuestra escritura.
En este ensayo, el autor reconoce que la tarea de analizar obras literarias está en las últimas. Por suerte, también dice que el análisis no es enemigo de la lectura placentera. Hay un mito rulando por ahí que dice que los críticos literarios y lectores profesionales en general no disfrutan de sus lecturas porque se ven abocados a realizar informes sobre ellas y no las leen como ejercicio de ocio. Algún caso habrá, pero como bien desmiente Eagleton, leer una obra literaria para analizarla no solo es igual de placentera que leerla por gusto propio, sino aún más. Quizás por tener que analizarla y ganarte el pan a partir de cómo interpretes la lectura pondrás más atención, aprenderás más, te internarás hasta el fondo de la obra y verás muchas cosas, mientras que la mayoría se quedará en la superficie.
Desde la Biblia hasta obras clásicas y contemporáneas, Eagleton habla sobre el inicio de los libros y la lectura y la importancia de su resonancia para atraer al lector. De letra un poco abigarrada y abundante en cada página, el ensayo por momentos se hace cuesta arriba y a más de un lector no afín al tema se le haría bola. Sin embargo, para los interesados en la teoría o la crítica literaria, con los sutiles toques de humor que el autor incluye, se sobrelleva bien y se aprende bastante.
Eagleton trata algunos temas y plantea preguntas que muy pocos lectores e incluso escritores se habrán hecho nunca. Por ejemplo, cuando escribes una novela, ¿el narrador y los personajes deben reconocer la presencia del lector o, por el contrario, deben vivir sus historias sin pensar en que alguien les pueda estar leyendo? Son muchas las obras literarias —y películas y series ya ni hablamos— donde el narrador se dirige al lector y es consciente de que le leen, lo que se conoce como romper la cuarta pared.
Al fin y al cabo, los personajes no existen hasta que el escritor habla de ellos, y no tienen vida anterior a la que este plantea en la novela si no quiere. Si la novela comienza con un tal John Michael de treinta años y la historia se desarrolla cronológicamente sin hacer visitas al pasado, nadie podrá hablar sobre, por ejemplo, la niñez de ese John Michael. No existe su niñez. O, si se prefiere, cada cual podrá inventársela, y el autor no podrá desmentirle. Además, en una novela se dan por hecho múltiples elementos. Por ejemplo, que el protagonista, si se trata de un ser humano, tiene dos pulmones y un hígado, aunque no lo diga.
A partir del análisis de versos y las paradojas y contradicciones que puede haber al comienzo de las obras, Eagleton escribe este ensayo más masticando que mordiendo, como él mismo dice de Henry James, ya que se hace una pregunta y diez páginas después la vuelve a formular, con una abundancia de palabras entre medias que no remite a ninguna respuesta aparentemente eficaz.
Rumiando respuestas a las preguntas que él mismo se hace, llega incluso a analizar la sintaxis de algunas frases de novelas y permanece durante varias páginas hablando de obras concretas como Grandes esperanzas, de Charles Dickens, que compara con Oliver Twist, o Harry Potter, de J. K. Rowling. En estas y en otras novelas hace zoom, y aunque no tiene tapujos a la hora de criticar ciertos tópicos literarios, la lectura por momentos se hace densa y se llega a preferir prescindir del análisis minucioso que hace de libros como esos.
En el último capítulo, se pregunta de qué depende que una novela sea «buena» o «mala», llegando a la conclusión de que una novela tiene más valor cuanto más original sea y cuantos más esquemas rompa, pero no todo lo nuevo vale. Por ejemplo, dice Eagleton, la bomba atómica es un invento de —relativa— reciente invención y no es precisamente un dulce apetecible para la actual sociedad. Y, por otra parte, hay convenciones y tradiciones narrativas que son de agrado seguir leyendo aun en nuestros días.
Tengo que empezar diciendo que no conocía a Terry Eagleton, pero que este libro de “Cómo leer literatura” me parece muy interesante. Aunque no comparto su opinión acerca de que la tarea de analizar obras literarias está en las últimas, ya que conozco varios programas de televisión, y especialmente de radio, donde sí que se hacen reflexiones profundas de las novedades editoriales sin perder ni una gota de ese entusiasmo y la alegría por recomendar un buen libro. Pero me gusta mucho eso que comentas en el último párrafo, sobre lo que hace que una novela sea «buena» o «mala». Saludos y gran reseña!
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Así es. Yo en televisión conozco sobre todo Página Dos, que además usa un diseño moderno y atractivo. Y sigo multitud de programas de radio sobre libros que escucho a través de iVoox, y ponen mucho entusiasmo como dices.
Muchas gracias por tu comentario. ¡Saludos! 🙂
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