A sangre fría (Anagrama, 2017), de Truman Capote y traducido por Jesús Zulaika.
Es imposible leer este libro con sangre fría.
A sangre fría (Anagrama, 2017), de Truman Capote y traducido por Jesús Zulaika, es un libro que no puede dejar indiferente a nadie. Yo lo compré porque era un clásico y porque me lo recomendó un amigo de la familia, y tengo un principio elemental según el cual voy a leer a todos los clásicos posibles, me atraigan o no, para saber exactamente cuáles me gustan y cuáles no. Y bueno, este libro pensé que iba a ser una historia de cuatrocientas páginas bastante densa, llena de ‘batallitas’ sin ton ni son, solo para rellenar, y muy americana (detesto la literatura donde se ve perfectamente la influencia americana).
Efectivamente, esta novela tiene mucha carga americana, pero me ha gustado bastante contra todo pronóstico. Lo empecé un poco reticente porque no me gustó nada En el camino, de Jack Kerouac (un libro que se parece en parte a este, por ejemplo, porque los protagonistas de ambos libros viajan en algún momento de la historia desde Estados Unidos a México, y porque son libros muy americanos). Sin embargo, como ya digo, esperaba menos de él, pero me sorprendió gratamente conforme lo iba leyendo, porque te mantiene en tensión, sabes lo que va a pasar desde el principio, desde que lees la contraportada, pero no puedes evitar la tensión de saber cómo van a sucederse los acontecimientos.
Aquí el acontecimiento (basado en hechos reales, por cierto, lo cual tiene más mérito para Capote) es el asesinato a sangre fría de la familia Clutter en un pequeña granja de Kansas. Los Clutter (un matrimonio, tres hijas y un hijo) fueron asesinados alrededor de las fiestas de Acción de Gracias, la madrugada del 15 de noviembre de 1959. Dos de las hijas de los Clutter ya eran mayores y vivían independientes, pero los otros cuatro miembros de la familia no se libraron de ser asesinados.
El señor Clutter era un granjero adinerado, cuidadoso, practicante de la religión metodista y con buena fama entre sus trabajadores y vecinos. De hecho, en el libro, alguien llega a decir: «De todas las gentes que poblaban este mundo, los Clutter parecían ser las personas con menos probabilidades de acabar asesinadas». La señora Clutter, por su parte, siempre estaba enferma (lo que me recordó a la señora de la familia de Expiación, de Ian McEwan). Y los chicos, ambos adolescentes, eran tan normales como otros cualquiera: Nancy tenía un novio y Kenyon era un manitas.
Capote realiza un exhaustivo análisis psicológico de las víctimas, de los asesinos (se nos presentan como Dick Hancock y Perry Smith) e incluso del policía (ex-sheriff) encargado del caso, Al Dewey. Cuenta las vidas de todos, sobre todo de los asesinos, dejando entrever la dura infancia de Perry, uno de los asesinos. Capote va alternando desde el principio episodios de las víctimas y de los asesinos la víspera del asesinato, siempre con mucho detalle, y luego también alterna episodios de los asesinos huyendo y de los detectives que perseguían una pista dando palos de ciego.
Una vez consumado el asesinato, Al Dewey y su equipo de investigadores se encontraron con un caso dificilísimo, porque apenas había pistas que permitieran sospechar de alguien, porque los Clutter no tenían enemigos (al menos aparentemente) de quien sospechar y porque no encontraron un móvil concreto, pues pensaron en el dinero, pero la señora Clutter apareció con un anillo y demás alhajas caras aún en el cuerpo.
Entonces, de la nada, aparece en escena un tal Floyd Wells, que resulta ser un preso que, hace un tiempo, trabajó para los Clutter y que, casualmente, compartió celda con uno de los asesinos (Dick). Al parecer, Wells confesó que había hablado a Dick de los Clutter cuando estaban juntos en la cárcel, y de lo adinerado que era el señor Clutter, y que Dick le había dicho que, en cuanto saliera de allí, lo atracaría. Cuando Wells escuchó la noticia del asesinato en la radio de la cárcel, no dudó de que Dick era el culpable de aquello y confesó. Esto me sonó, nada más leerlo, a un Deus ex machina, es decir, a salvados por la campana, a un milagro para Al Dewey y su equipo de investigadores, porque no tenían ninguna pista, y entonces apareció un preso (!) para llevarlos hasta el asesino.
Al final, el móvil resultó ser el dinero, aunque el problema fue que Dick creyó que en la casa de los Clutter había una caja fuerte, y por eso fueron allí. Realmente no había caja fuerte, y lo más que pudieron llevarse fueron cuarenta o cincuenta dólares y una radio portátil para empeñarla y sacar algo más. Finalmente, Dick y Perry fueron atrapados en Las Vegas la víspera de Fin de Año (ellos creían que los detenían por haber quebrantado la libertad condicional, qué ilusos). Y, tras cinco años de recursos y más recursos, al final fueron a la horca el 14 de abril de 1965.
Desde el principio se nos hace partícipes del asesinato y, a la vez, de la investigación y de los interrogatorios, muy bien hilados, al igual que todo el libro. Me gustaría destacar que la traducción de este libro es especialmente espléndida. Parece que lo hubieran escrito en español originalmente. Hay mucha carga de sentimientos y mucha filosofía, por ejemplo, en las cartas que Perry envía y recibe en la cárcel por parte de su hermana y de su amigo Willy-Jay.
Es muy difícil hacer una reseña sobre este libro (y más difícil me resulta a mí por mi inexperiencia en este ámbito), y parece que con lo que he escrito ya está todo dicho sobre el libro y que no es necesario ni leerlo, pero ni mucho menos. Esto es lo más superficial aunque parezca mentira. Lo verdaderamente sustancioso está en esas cuatrocientas páginas donde se nos habla con pelos y señales sobre todo el asesinato y sobre los asesinos, la infancia terrible de Perry, la aparente valentía de Dick… Todo en este libro (exceptuando un poco del final donde hay terminología jurídica y tecnicismos psicológicos de difícil comprensión) es espectacular, es muy atractivo, y te obliga a mantener la vista puesta en las líneas para no saltarse ni un detalle (sobre todo porque está basado en hechos reales).
Recomiendo encarecidamente este libro. Yo lo empecé con pocas ganas, deseando terminarlo cuanto antes y empezar el siguiente, pero realmente me lo volvería a leer otra vez, y creo que esto no me ha ocurrido casi nunca.