Autor/a extranjero/a · Ensayo

Contra la lectura, de Mikita Brottman

Contra la lectura. Un ensayo dedicado a los lectores que no creen que los libros sean intocables (Blackie Books, 2018), de Mikita Brottman y traducido por Lucía Barahona.

No leáis libros solo porque sintáis que «debéis hacerlo». Hacedlo simplemente porque no podéis evitarlo

Mikita Brottman, Contra la lectura

Contra la lectura. Un ensayo dedicado a los lectores que no creen que los libros sean intocables (Blackie Books, 2018), de Mikita Brottman y traducido por Lucía Barahona, es un libro que prometía gustarme mucho, y así ha sido, porque es el primer libro que leo de esta editorial y me ha encantado. Hay que dejar claro que este es un libro subjetivo, pues la autora habla en primera persona (a partir de sus experiencias) cuando toca los diferentes temas del ensayo.

Este libro rompe con ciertos esquemas presupuestos o preestablecidos como que «leer te hace mejor». Eso la autora lo desmiente totalmente, y hace falta que lo haga, porque muchas veces se da por hecho algo que es radicalmente falso. Ni leer ni empaparte de cultura te hacen mejor persona. Pero, aun así, ¿qué es realmente ser «mejor persona»? Dejemos esta pregunta para otro momento. Lo que sí se pregunta la autora es por qué se lee menos hoy en día, y asegura que internet no es el culpable. Y tiene razón, pues webs como Amazon y otras como Iberlibro permiten comprar libros a librerías de segunda mano y facilitan que lectores con menos poder adquisitivo puedan comprar libros (sobre todo los grandes clásicos o bestsellers) a precio de ganga y sin desplazarse, acercando así la lectura a la gente.

Eso de que «ahora se lee menos» que tanto se critica no es tan atípico teniendo en cuenta que la literatura, como la masturbación (la autora relaciona ambas con buenos argumentos), ha estado mal vista muchas veces. Incluso Sócrates y Platón llegaron a criticar a los poetas, a los libros y a la lectura en general. Pero nadie puede negar que la lectura (al menos ciertos libros) tiene un impacto tremendo sobre las personas, tanto para bien como para mal. La autora asegura que podría existir una relación entre no leer y padecer alzhéimer en el futuro, o entre no leer y sufrir depresión (aumentado, claro está, por la soledad y otros factores, no únicamente por no leer).

A ella, concretamente, le impactaron mucho los libros, y en este relata todo lo que aprendió de ellos, lo revitalizante que fue la lectura en su vida y, también, lo que la engañaron (pues llegó a creer que el amor en la vida real era como en Jane Eyre, uno de sus favoritos). Se pasaba días enteros sin hablar con nadie, encerrada en el ático de su casa, descubriendo cómo los libros pueden llevarnos a lugares maravillosos y también cómo nos pueden aislar (con sus consecuencias buenas y malas).

Me parece curioso que la autora diga que ella, cuando lee, siempre termina su lectura al concluir un capítulo, pues nunca le gusta dejar la lectura a mitad de capítulo (lo mismo me ocurre a mí, aunque últimamente no lo hago mucho). Ella necesita ver el número de páginas que le quedan cada vez que pasa página, y esto mismo hago yo, a veces preguntándome si lo hago por querer terminarlo ya, pero ella dice que no, que se ha convertido en una especie de manía, de costumbre, para ella, y muchas veces significa lo contrario: no quiero terminar el libro y voy a mirar cuántas páginas más me quedan de disfrute.

Ella, como yo, es una gran lectora, pero no parece definirse como bibliómana (yo, sí), y habla de los bibliomanía como una patología, aunque en casi todas las características que expone de los que son bibliómanos me encuentro a mí mismo reflejado. Seamos bibliómanos o no, lo que está claro es que no tenemos por qué leer a los clásicos si no podemos con ellos, aunque esté «mal visto» dentro del mundillo literario, pues a veces los que leen a los clásicos parecen mirar por encima del hombro al resto de mortales. Y tampoco está nadie obligado a terminar una lectura que no le llene, pues la autora (siguiendo con la ruptura de esquemas) anima a dejar libros por la mitad cuando lo creamos necesario (tener muchos libros no te hace mejor lector, ni terminar los libros te hace haber aprovechado el tiempo).

Ella anima a que riamos con la lectura (yo jamás me he reído tanto con un libro como con La conjura de los necios, mi libro favorito), y a llorar con ellos también. Lo que yo no soy capaz es de leer en lugares con ruido, aunque sea mínimo, pues necesito máximo silencio y concentración, algo que muy pocas veces logro a mi pesar y que me está haciendo acostumbrarme a leer en espacios ruidosos. Y tampoco fui capaz de reírme con algunos libros que me presentaron como «desopilantes, hilarantes» y otros adjetivos de esos extraños que al final resultaron ser sinónimos de «divertido». Pongo dos ejemplos: Reunión tumultuosa, de Tom Sharpe, un libro estrambótico lleno de giros narrativos, donde no puedes estar tranquilo porque siempre están pasando cosas de lo más extrañas, pero a mí no me hizo gracia. Igual que Suicidio en grupo, de Arto Paasilinna, que me pareció de lo más plano cuando me lo presentaron de lo más gracioso.

Este libro es para enmarcarlo, porque habla de la lectura como nunca he leído ni escuchado a nadie escribir ni hablar sobre ella. Habla de la lectura sin medias tintas, con la verdad por delante, y me gusta aún más porque entre la autora y yo encuentro muchas similitudes en cuanto a gustos relacionados con los rituales de lectura. Recomiendo este ensayo a todo tipo de lector, porque no dejará indiferente a nadie.

2 respuestas a “Contra la lectura, de Mikita Brottman

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