Emaús (Anagrama, 2011), de Alessandro Baricco y traducido por Xavier González Rovira.
Emaús es una historia del Evangelio de Lucas. En esta novela de Alessandro Baricco (Turín, 1958), Emaús representa la religiosidad de sus protagonistas, un grupo de cuatro jóvenes formado por el Santo, Luca, Bobby y el narrador. Situada en una ciudad del norte de Italia en los años setenta, según el texto de la contracubierta, Emaús (Anagrama, 2011, traducido al español por Xavier González Rovira) es una historia de amistad y tragedia. Los cuatro amigos son muy católicos —de hecho, uno de ellos se llama Luca, como el evangelio al que pertenece la historia de Emaús—. Un día, conocen a una joven llamada Andre. Ella pertenece a la clase alta y parece estar lejos de ellos, pero su presencia marca sus vidas.
Esta combinación de un grupo de jóvenes con una chica de por medio me recuerda inevitablemente a El sentido de un final, de Julian Barnes. En Emaús, el principio es sorprendente. La novela comienza con un fragmento breve de la historia donde ya se deja traslucir lo que vendrá después, con un hecho trágico que deja al lector con ganas de saber más.
Estos jóvenes, pese a ser católicos, tienen una cercanía abrumadora hacia su sexualidad. La religión no les impide tener novias que les masturban —porque deben llegar vírgenes al matrimonio, eso sí—. Por otra parte, ellos no sienten un deseo sexual hacia Andre, ni mucho menos, sino una admiración por su belleza moral. El grupo la observa y se percata de que es diferente al resto de chicas. Es oscura, reservada, tiene su encanto particular, y por eso despierta curiosidad en ellos.
Emaús es una novela de aprendizaje y formación donde vemos a cuatro jóvenes en la transición de la infancia a la madurez. Este paso al mundo adulto les resulta hastioso y tiene trágicas consecuencias para el grupo. La juventud de los protagonistas da vigor y frescura a la narración y hace menos azul esta historia, que no es exactamente triste, pero sí comprende temas como el dolor, la depresión, la muerte y el suicidio. Las ideas de la infancia se deshacen como azucarillo en agua en la mente de los jóvenes. Empiezan a comprender que el mundo te puede golpear y que no debes dar nada por seguro.
Las historias trágicas y los dramas familiares de todos ellos inundan las páginas de melancolía. Algunas de sus familias, recubiertas por una película de aparente felicidad, siguen con sus vidas mientras la gente es ajena a qué puede estar ocurriendo dentro de sus casas o dentro de la mente de sus habitantes. A veces, las personas que creemos conocer, con las que nos sentamos en la mesa a almorzar… desconocemos sus vidas y sus entresijos. Luego, cuando sucede un hecho trágico, nos preguntamos: ¿cómo hemos podido no darnos cuenta de que esto estaba ocurriendo? Y ya suele ser demasiado tarde.
Los rifirrafes entre amigos provocan la ruptura de sus lazos afectivos. Perder la fe es la pesadilla de unos jóvenes asidos a Dios. Perder la fe en la religión, pero también la fe en la vida. El halo religioso, por suerte, no ahoga al lector en rezos, sino que despierta su interés y le provoca curiosidad por ver cómo se desenvuelven estos jóvenes ante el ascenso y la caída de su grupo. Por eso mismo, el concepto de amistad prevalece sobre todo lo demás y es el principal afectado cuando los hechos trágicos comienzan a sucederse.
Emaús es casi todo narración, una narración tangible y accesible, por cierto. Los pocos diálogos que hay, por suerte, son realistas y dinámicos. Es una novela casi bíblica que no produce rechazo ni a una persona tan atea como yo, porque la historia tiene un gran contenido emotivo. De hecho, el narrador reconoce en un determinado momento que ellos, antes que en Dios, creen en el hombre.
Algo que me ha disgustado es el uso que hace aquí Baricco de los guiones intercalados en la narración. El escritor italiano los usa en forma de comas, usando uno de vez en cuando en lugar de dos, como uso yo ocasionalmente. Estos guiones ya los usó en otras novelas como Mr Gwyn —no recuerdo haberlos visto en otras obras suyas— y me irritan gravemente porque no les encuentro ningún sentido, pues podría usar signos de puntuación más convenientes y convencionales.
Sea como fuere, esta novela me ha sorprendido gratamente por el gran contenido humano y por la tragedia que alberga. Las historias de Baricco no suelen terminar bien, y este es uno de los ejemplos más atroces de que eso es cierto. La amistad diluida en el olvido por el paso del tiempo me parece algo muy cruel. Aquí Baricco ha vuelto a tocarme la médula.

