Autor/a extranjero/a · Narrativa

Lanny, de Max Porter

Lanny (Literatura Random House, 2020), de Max Porter y traducido por Milo J. Krmpotić.

Los bosques están llenos de criaturas misteriosas que nos acompañan en mitos y leyendas locales desde tiempos inmemoriales. Max Porter (Reino Unido, 1981) recrea en Lanny (Literatura Random House, 2020, con traducción de Milo J. Krmpotić) una de estas historias de seres ocultos entre la maleza.

El protagonista que da nombre a esta novela es un niño de cuatro años, especial y sensible, con unos padres y unos amigos que no siempre le comprenden. Ante él se abre el mundo y sus descubrimientos. Entre ellos, Papá Berromuerto, un ser hecho de naturaleza —se percibe como un ente mezcla de corteza de árbol y tierra húmeda— que habita en la tradición del pueblo cercano a Londres donde vive junto a sus padres y su amigo Pete, un pintor retirado pero de notable éxito. Papá Berromuerto es un ser antiguo que ha visto pasar siglos de historia, gentes que van y vienen por los años y las casas, y que está atento a los movimientos del pueblo.

Nominada al Man Booker Prize, Lanny comienza con dos estrofas de García Lorca y está dividida en tres partes: la primera de ellas construida con fragmentos de narraciones con un formato original; la segunda y la tercera, con una estructura más clásica sin por ello dejar de ser singulares. El diseño del texto de Lanny es novedoso: alterna la tipografía redonda normal con la negrita, frases diagonales que cruzan la página y se superponen a otras y frases circulares que curvan sus trayectos y obligan al lector a girar la cabeza.

Asimismo, al principio el hilo de la historia puede parecer confuso por las diferentes narraciones que se entremezclan. Son numerosas voces, susurros de personas del pueblo que siguen con sus vidas y que el oído de Papá Berromuerto capta. La red de conversaciones que escucha se une a la imaginación desbordante de un niño que explora lugares recónditos del pueblo y que, ocasionalmente, recibe clases de arte de Pete, al que apodan «Loco». Lanny se desdibuja contra un paisaje en el que no termina de encajar. Es «un pequeño misterio» en mitad de generaciones que no le entienden, una madre preocupada y un padre ocupado, sin el pre: una pareja urbanita, en definitiva, y estresada que está en proceso de adaptación al medio rural en que viven.

La vida de Lanny, sin embargo, está alejada del mundo adulto. Sus quehaceres diarios giran en torno a una alegoría de la niñez. Él conserva aún la capacidad de creer en esas leyendas y en esos seres, conecta con ellos y percibe la muerte de la naturaleza. Cuando la mente de Lanny se refleja en el cristal de la literatura parece vislumbrarse a la Momo o al Bastian de los libros de Michael Ende.

Hacia el final, un hecho misterioso deriva en un desenlace mágico y sórdido. Todo cobra sentido: hemos de aprender a controlar la impotencia cuando nos abordan sucesos que no podemos evitar. La multitud de voces que anegan esta obra dan una melodía que acompaña al lector durante toda la lectura. Lanny puede interpretarse como un texto que anima a valorar la vida y la familia. Cuidar la naturaleza y conservarla, junto a los mitos que nuestros antepasados construyeron en torno a ella, se convierte en una ardua tarea que solo las mentes infantiles parecen querer afrontar.

La crítica a la sociedad, a la hipocresía y a la espectacularización de sucesos trágicos también tienen su espacio en esta novela que, en algunos momentos, roza la pesadilla y, en otros, lo onírico. El lector deshace la madeja enredada que el autor ha construido en torno a la historia de Lanny y Papá Berromuerto, además de desgranar la simbología y los mensajes que la obra alberga en su interior.

Lanny desborda magia y hace comprender el poder de la naturaleza, que acoge al ser humano en su seno desde el principio de los tiempos. Esta novela se alza como un canto a la tierra y critica el desasimiento que la sociedad actual experimenta con respecto a ella y a los cuentos tradicionales.

La carga visual y la textura sonora conforman una obra que evoca pasados e infancias. La narración sinuosa de voces alternadas no impide al lector acercarse a una historia tierna pero no exenta de crudeza. Porter dosifica la narración entre las tres partes para que ninguna destaque ni quede indefensa ante las demás.

Cuando la realidad resulta abrumadora es necesario refugiarse en historias que transporten y con las que se pueda viajar. Aquí, Papá Berromuerto guía al lector a través de su leyenda y de la mente infantil de Lanny, que contempla el encanto de las historias como única salvación ante los apabullantes golpes de una sociedad desasida de sus orígenes.

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