Mujeres (Anagrama, 2015), de Charles Bukowski y traducido por Jorge Berlanga.
Cuántas mujeres.
Mujeres (Anagrama, 2015), de Charles Bukowski y traducido por Jorge Berlanga, es un libro especial. Tienes que saber a qué te enfrentas antes de abrir sus páginas. El dibujo de la mujer que sale en la portada ya sugiere por dónde van los tiros de la novela, y quien conozca un poco a Bukowski no tardará en atar cabos y entender que en esta novela hay, sobre todo, sexo, mujeres y alcohol.
En ella, el protagonista, Henry es un poeta con cierta fama que, a lo largo del libro, hará el amor con numerosas mujeres, todas ellas mucho más jóvenes que él, que ya roza los sesenta años. Me he aburrido de leer a lo largo del libro escenas de sexo y de borracheras. Henry siempre está bebiendo, sobre todo cerveza y whisky, aunque también prueba los Bloody Mary’s, el vino tinto y el blanco, el jerez… e incluso, en la última página del libro, nos sorprenderá con una bebida nueva de lo más exótica (para él): el agua mineral.
Se acuesta con Lydia, la mujer de la que empieza hablando en el libro, narrado en primera persona. Lydia es una mujer de una agresividad espectacular, y es la que parece atraer más a Henry, aunque en un momento determinado de la novela desaparecerá para siempre de su vida. La vida de Henry en su casa de Los Ángeles transcurre entre borracheras, vómitos y mucho sexo desenfrenado. Sin timidez ninguna, Bukowski llega a entrarle a una mujer en una fiesta preguntándole si quiere que él le coma el coño.
Además de Lydia, Henry tendrá aventuras con Dee Dee, Nicole, una tal Laura de Texas a la que él llamará Katherine Hepburn, Tammie, Mindy, y un largo etcétera, aunque al final parecerá mantenerse al lado de una chica llamada Sara (aunque también le será infiel y no sabemos si acabará pronto esa relación). La novela tiene mucha acción, es muy directa, sobre todo en sus diálogos. No hay apenas rodeos ni sentimentalismos exceptuando alguna página en la que nos encontramos a un Henry que, en lugar de estar acostándose con alguna mujer o regando el gaznate, reflexiona un poco. Las frase son, en muchas ocasiones, como un telegrama, muy cortas y con puntos muy seguidos.
Hay una escena concreta, cuando Henry y Tammie viajan a Nueva York para que Henry acuda a la lectura de sus poemas en un bar neoyorquino. Esa escena, en la que Henry presiona a Tammie porque van a llegar tarde al aeropuerto y ella no cesa de decir que se espere y que pronto estará lista, haciendo todo tipo de cosas banales en ese momento en el que el avión está a punto de irse, me alteró mucho. Me enervan ese tipo de cosas: que haya prisa por algo y alguien se entretenga en lo más nimio e inútil del mundo. Congratulo a Bukowski porque mientras leía esa escena me puse de los nervios y consiguió encresparme mucho.
Hay numerosas frases con humor, y me imagino a Bukowski escribiendo tales expresiones y no puedo aguantarme la risa. Menos mal que, al menos, me he reído leyendo el libro. En la contraportada del libro, justo debajo de la sinopsis, dice: «Mujeres parece una historia sobre sexo y borracheras, cuando en realidad es un poema sobre el amor y el dolor». Esto lo dice el periódico Los Angeles Times. Y ahora me parece haber desperdiciado mi tiempo, porque es verdad que este libro tiene retazos de amor y dolor, pues Henry sufre (por ejemplo, justifica su actitud mujeriega al decir que en la infancia no supo lo que era el amor) y ama, pero en definitiva, es incuestionable que la novela gira en torno al sexo y al alcohol. Seguramente vendrá algún erudito a decirme que no supe apreciar el fondo de la novela, el mensaje, y creo que lo he captado en cierto modo, pero repito: la novela gira en torno al sexo y al alcohol y no lo puede negar nadie.
También quiero destacar que los diálogos son muy americanos. Es decir, se dice, por ejemplo, «muy bien» en un momento en el que, en español, se diría «ok» o «vale». Pero claro, ellos hablan diferente y se nota en la traducción que, al menos a mí, me suena raro ese «muy bien». Se nombra a Lorca en un momento determinado de la novela, cuando Henry coge uno de sus libros de una estantería de un bar. Y, por cierto, la hija de Henry solo se menciona dos veces en el libro, lo que refleja lo poco que parece importarle a él la existencia de dicha cría. Al final de la novela, Henry rechazará a una chica y beberá agua mineral (como ya he dicho más arriba), dos cosas impensables para él, lo que infundirá al lector una esperanza de que Henry asiente la cabeza con Sara. Pero yo no me fío de Henry, la verdad, después de haberlo conocido.
Esta novela llena de locura, desenfreno y multitud de personajes no me ha gustado, para qué engañar. Un conocido me recomendó este libro y lo tengo en casa desde 2015. Ahora que por fin lo he abordado me alegro de haber pasado un rato entretenido viendo pasar ante mí numerosas mujeres que se desnudaban ante Henry. Pero, sinceramente, nada más allá de la curiosidad de esta novela. Léala usted, querido lector o querida lectora, si le atrae el tema o si le apetece comprobar (y discrepar de) mi disconformidad con la novela.