En el camino, de Jack Kerouac

En el camino (Anagrama, 2014), de Jack Kerouac y traducido por Martín Lendínez.

Lancémonos a la aventura. Lancémonos al camino.

En el camino (Anagrama, 2014), de Jack Kerouac y traducido por Martín Lendínez, es un libro sobre las aventuras que Sal Paradise, el protagonista, vive a lo largo del territorio de Estados Unidos principalmente, aunque al final de la novela también habrá escenarios de México. Esta es la novela por excelencia de la generación beat. Es una oda a la libertad y a las aventuras sin límite que los dos protagonistas de la novela (Sal Paradise y Dean Moriarty) viven.

Sal y Dean, la mayor parte del tiempo con el dinero justo (o sin dinero), recorren territorios de Estados Unidos como California, Nueva York, Nueva Jersey (donde vive Sal junto a su tía), Kansas, Colorado, Texas, Nuevo México… De hecho, pasan por un pueblo llamado Testament, y los protagonistas reconocen el nombre bíblico de este pueblo y sus bíblicas vidas en ese momento. Pasan también por Hollywood, donde Sal tiene esperanzas, para luego darse de bruces y volver a la carretera junto a Dean y las otras decenas de personajes (Marylou, Camille, Inez, Roy, Ed, Stan Shephard…) que aparecen a lo largo de las páginas durante los viajes o las estancias en diferentes ciudades de Sal o Dean.

En la novela hay peleas, discusiones, y los protagonistas se ven obligados a confiar en aquellos conductores que los recogen mientras ellos hacen autostop, aunque a veces se cambian los papeles y son ellos los que recogen a vagabundos o jóvenes con los que comparten el precio de la gasolina.

La novela comienza mientras Sal vive con su tía en Nueva Jersey y escribe un libro. Es su tía la que le envía de vez en cuando cincuenta dólares para que pueda subsistir. Dean, por su parte, tiene como objetivo encontrar a su padre, un vagabundo que puede estar en cualquier punto de Estados Unidos. Dean, a lo largo del libro, compartirá matrimonio con tres mujeres diferentes (y compartirá cama con innumerables), teniendo varios hijos y no ocupándose de ninguno.

A un ritmo trepidante de viaje tras viaje, Dean destaca por su locura, que no para de hacerse notar en el libro. Sal lo quiere y defiende su locura, pero Dean es una locomotora, porque casi nunca está cansado y siempre tiene ganas de todo, sobre todo de conducir a ciento ochenta kilómetros por hora. En bares de jazz, en bares comunes inundados de alcohol, en prostíbulos de México… entre estos lugares y muchos más transcurre la novela, donde nuestros personajes tienen encuentros fascinantes con el jazz y el bop.

La velocidad de la novela es asfixiante, y describe con mucha sabiduría y experiencia el recorrido y las vidas de los personajes a lo largo de la novela. Una vez en México, casi al final del libro, las descripciones de los paisajes y las gentes (Sal y Dean admiran la tranquilidad de los mexicanos y la amabilidad de la policía mexicana, que «nunca sospecha») me recordó inevitablemente a los relatos de Juan Rulfo. También hay humor y referencias a lugares del mundo que los protagonistas admiran como Marruecos, Cádiz o Benarés.

En un ambiente a veces enrarecido por el olor a tila (marihuana), los dos protagonistas desarrollarán sus vidas y de los viajes lo mejor que puedan, prescindiendo de los protocolos y priorizando la aventura que supone viajar sin apenas dinero pero con un amigo fiel al lado.

No me ha gustado especialmente esta novela, pero me cuesta también no cogerle cariño a los dos protagonistas. Parecen entrañables en el fondo, después de todo lo vivido, aunque Sal parezca ser más sosegado y Dean más alocado, al fin y al cabo parecen ser uña y carne. No podría existir el uno sin el otro, y si faltara alguno, esta novela no tendría sentido.