El luto de los gigantes (Ediciones del Genal, 2019), de Santos Moreno.
En febrero de 1937, en plena guerra civil española, las tropas franquistas entraron en la ciudad de Málaga, hasta entonces bajo poder republicano. El terror se apoderó de la ciudadanía, y los que pudieron cogieron lo que tuvieron a mano y emprendieron una marcha por la costa desde Málaga hasta Almería, y muchos fueron más allá, hasta Valencia, Barcelona e incluso Francia (como mi bisabuela, que se asentó en el país vecino). Se calcula que unas 200.000 personas participaron en esta huida, conocida como la Desbandá, y de ellas se estima que unas 2000 perecieron por el camino. Mientras huían, tanto submarinos como aviones les bombardeaban. Eso, unido a las inclemencias del tiempo, pues era invierno, al hambre y al cansancio.
Se trata de uno de los mayores éxodos de población civil de las guerras modernas hasta Yugoslavia, y la mayor masacre de civiles de la guerra civil española, aunque las cifras no son claras, por encima de Gernika o Badajoz, pero mucho menos conocida. Como Trabajo Fin de Grado de Periodismo, mi compañera N. y yo grabamos un reportaje audiovisual sobre la Desbandá, entrevistando a tres supervivientes y al secretario de la Asociación Senderista la Desbandá, para dar a conocer los motivos de por qué se conoce tan poco un suceso trágico como este. Las respuestas: ni a la posterior dictadura ni a la República (que abandonó a los ciudadanos a su suerte) les convenía que se supiera. Además, para aquellos que participaron en la huida era una vergüenza haberlo hecho, y se silenció.
El luto de los gigantes (Ediciones del Genal, 2019) es una historia basada en hechos reales localizada en Málaga durante la guerra civil, y en concreto durante la Desbandá. Amparo Escobar es una de las protagonistas, viuda y miliciana. Enamorada de Pepe, ambos huyen en la Desbandá, dejando atrás a su familia, en concreto a una hermana, Consuelo, y a sus padres. Amparo y Consuelo tienen dos hermanos más, uno luchando en cada bando, lo que supone una angustia para toda la familia. Una vez que Amparo y Pepe lleguen a Valencia, deben sobrevivir con lo puesto. Mientras, Málaga queda bajo dominio sublevado, y la familia debe sufrir la guerra y sus consecuencias.
Esta novela está basada en una historia cercana a su autor, Santos Moreno (Málaga, 1983). La obra comienza con una reflexión dolorosa de Amparo durante la semana de carnaval. A través de sus ojos, el lector pasea por lugares de Málaga como el Arroyo el Cuarto, el paseo de los Tilos, la Pelusa del Perchel, donde viven Consuelo y sus padres, o el río, que es la cicatriz de Málaga que dividía a ricos y pobres. El padre de Amparo tiene una vejez prematura que le provoca miedo, porque es el cabeza de familia y no sabe qué será de los demás si falta.
Cuando la historia comienza, la ciudad aún está bajo mando republicano, y los habitantes tienen miedo a los sublevados, sobre todo a los moros que luchan para Franco. Amparo Escobar, en su huida, recuerda a su marido difunto, Paco, y es consciente, debido a esto y a la presencia cercana de la guerra, de la proximidad de la muerte y el fin. Amparo, como todos, pese a la guerra necesitaba amor para alejarse del horror, y busca una caricia, una mirada que le dé el aliento para seguir, aun sabiendo que todo está perdido. Y es que incluso en mitad de una guerra hay conflictos interiores, embarazos no deseados, mujeres solteras sin honra, hombres con miedo y familias rotas con ideas contrapuestas, porque ¿qué es mejor? ¿Quedarse con la esperanza de que no te persigan o huir sin saber si te van a detener o matar?
Mientras se desarrolla la guerra, la vida sigue. Los aviones que sobrevuelan Málaga dejan caer octavillas, y otros bombardean, muchas mujeres son violadas. Consuelo se casan y vienen los embarazos. Amparo, mientras, enarbola la principal causa de reproche de aquellos que huyeron: que la República los abandonó a su suerte y no los defendió. Durante el primer bombardeo que se describe, Amparo se imagina las figuras de unos gigantes enlutados y balbucea las palabras del título: “El luto de los gigantes”.
Santos Moreno construye una novela con mucho lirismo y descripciones que despiertan los cinco sentidos. El autor no evita la crudeza de las descripciones de los resultados de los bombardeos. El lector palpa el miedo y la incertidumbre en los personajes, y si no conociera al lector, aseguraría que vivió la Desbandá.
De aquel suceso apenas quedan testimonios, solo los que pudo recoger Norman Bethune, médico canadiense que ayudó a aquellos que huían, su compañero Hazel Sise u otros. De hecho, en torno a la página 100, mientras Amparo recorre el camino aparece un camión de la Cruz Roja con dos extranjeros que me han recordado a Norman Bethune y su compañero fotógrafo Hazel Sise porque parece una clara referencia a ellos.
Al final todas las tragedias que parecía que no iban a ocurrir se suceden, y no queda ni una brizna de esperanza, de verdor de futuro. Todo destruido, desde las ciudades hasta la vida de las personas, cuyas familias son arrasadas por las muertes, la miseria y los recuerdos. Todo para nada, por unas ideas, por quedar encima del otro. Mientras el ser humano siga destruyéndose a sí mismo, no podrá decirse que ha ganado nada.
Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Me ha recordado a Cuatro días de julio, de Francisco José Segovia Ramos, porque ambos libros hablan sobre la guerra civil española y la resistencia republicana (en Málaga casi inexistente, en Granada mucho más feroz) ante la entrada de las tropas sublevadas. El personaje de Joaquín describe un fusilamiento que me ha recordado a pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz. La narración a dos bandas entre Málaga y Valencia me recuerda a la de la novela de El Reina de los Ángeles, de Rosa de la Corte, y la narración alterna que hace entre Cuba y España. La hija de Amparo se llama Salvador, lo que me recuerda a un superviviente de la Desbandá al que entrevistamos que se llamaba así, que en paz descanse. Que ambas hermanas, Amparo y Consuelo, se dediquen a limpiar, sobre todo en el caso de Consuelo en una casa, me recuerda a la protagonista del mismo oficio aunque de una historia temporalmente más avanzada de Las maravillas, de Elena Medel, que además también era andaluza, aunque no trabajaba allí.
Querido, Mario. Me ha recordado tu reseña el triste sentimiento que me produjo la primera vez que tuve el conocimiento de éste hecho histórico en la Guerra civil española. Fue descrito por una malagueña, Matilde Moreno, que con 17 años vivió la Desbandá en primera persona y que a sus 100 años y en el programa; CENTENARIOS, de nuestro estimado canal sur narraba aquellos hechos tan virulentos y a los que sobrevivió de manera increíble ya que tuvo que ser un infierno como también os cuentas del libro de Santos Moreno y del cuál me han dado muchas ganas de leerlo y como ya sabes añado a la lista de próximas lecturas imperiosas, ineludibles e inexcusables. Gracias, a título personal y felicitarte por tu gran ecosistema literario tan analítico y tan implicado en todo lo referente humano y emocional y que tu blog traspasa párrafo a párrafo. Un abrazo afectuoso y espero que alguna vez pueda echarle un ojo a tu entrevista de Fin de Grado, que de seguro es de nota alta y/o con MATRÍCULA DE HONOR ¿o no…? Yo, como «maestra Castillo» te lo pondría, sí o sí. 😊😉🤗
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