Autor/a extranjero/a · Ensayo

Las diabluras del lápiz, de José Andrés Rojo

Las diabluras del lápiz. Elogio de la lectura (Pre-Textos, 2019), de José Andrés Rojo.

Nunca se sabe lo que se le va a ocurrir hacer al lápiz en cada página del libro que estemos leyendo. Lo más probable es que haga diabluras. Por eso José Andrés Rojo (La Paz, 1958) ha titulado así este libro de apenas treinta y seis páginas escritas. Este volumen recoge el texto que leyó en la gala inaugural de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, en Caracas (Venezuela), en octubre de 2019.

El autor boliviano habla en primera persona para contarnos la curiosidad de subrayas los libros, de hacerlos nuestros mientras los leemos. Hasta hace un años aproximadamente, yo era de esos que no tocaban los libros más allá de la lectura por miedo a dañarlos. Sin embargo, ahora los subrayo y destaco las erratas cuando las veo.

Recuerdo un libro especialmente maltratado por mis ansias de dejarlo todo señalado. Se trata de Siempre tuvimos héroes, de Javier Santamarta. Es un libro de Historia que me gustó muchísimo. En aquella época aún no subrayaba, sino que pegaba pósits. Sin embargo, con este libro me pasé pegándoselos. De hecho, en la presentación del libro, el autor, al ver el estado de mi libro —parecía un arcoíris—, le dijo a Elvira Roca, que estaba a su lado: «Este se lo ha estudiado».

Siguiendo con el libro, Rojo también habla de comer mientras se lee. Es común ver a bookstagramers —las cuentas de Instagram sobre libros— publicar fotos de libros en mesas junto a alimentos —fruta, por ejemplo—, aunque ya está muy manido eso de leer mientras se toma un café o un té. Yo, personalmente, no lo hago, no por miedo a que el libros se manche, sino porque soy incapaz de concentrarme bien en la historia y masticar al mismo tiempo —eso si estoy comiendo; beber mientras leo no me apasiona—.

Tiene Rojo mala conciencia por escribir en los libros con lápiz. Si yo le contara lo que hago con bolígrafos azul —para subrayar los pasajes o frases que más me gustan— y rojo —para marcar las erratas que detecto en el texto—, alucinaría. «Tengo los libros llenos de signos de admiración y de círculos, de notas apresuradas e ilegibles con el tiempo, de páginas dobladas en una esquina», dice Rojo. Suscribo sus palabras y subo la apuesta.

El acto de leer es muy bello, ya lo retrató André Kertész en su libro Leer. Además de a Kertész, Rojo menciona a muchos autores: George Steiner, Knut Hamsun, Josep Pla, Franz Kafka, Kazuo Ishiguro, W. G. Sebald, Jorge Luis Borges… «El intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano», dice el autor citando a Steiner, pero discrepa y rebate esas palabras, diciendo que cualquier lector en realidad puede llevar un lápiz consigo al leer.

Los personajes de los libros interpelan al lector, aunque parecen comunicarse entre ellos. Y el lector salta, interactúa con ellos, aunque solo sea mentalmente o fabricándose sus propias conclusiones o imágenes de ellos o imaginando por dónde irá la historia.

Este libro, de estética elegante, tiene un título sugerente y supone un trago agradable a la par que breve. Rojo ha disfrutado escribiendo este libro y yo leyéndolo. Lo más importante, eso sí, es que a él no se le rompa la punta al lápiz —ni a mí los bolígrafos—, porque todo hay que decirlo, y Rojo lo define bien: «Permítanme confesarlo, la lectura es un ejercicio físico devastador».

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