Deja de decir mentiras (La Caja Books, 2018), de Philippe Besson y traducido por Palmira Freixas.
También bailo. Y eso que no sé bailar. Me avergüenza mi cuerpo. La debilidad de mi cuerpo. Pero ¡qué diantre!, se baila de maravilla en la cima de un volcán. Además, lo que me mata entonces no es el sentido del ridículo.
Deja de decir mentiras, de Philippe Besson
Deja de decir mentiras (La Caja Books, 2018), de Philippe Besson y traducido por Palmira Freixas, es un libro que conmueve, emociona, destroza, y que ganó el Premio Maisson de la Presse 2017. Besson cuenta su experiencia personal en tres partes: 1984 (cuando conoció a su primer gran amor), 2007 (cuando se encontró a un hombre que se parecía a ese gran amor, lo abordó por la calle y resultó ser el hijo de este) y 2016 (cuando este hijo le comunicó una noticia que no desvelaré).
Este libro es una oda a la adolescencia y al despertar sexual de un chico de diecisiete años que se enamora de un compañero de instituto en la Francia de los años ochenta, cuando la homosexualidad no estaba bien vista, como en casi ningún sitio. La juventud se va y no vuelve, pero eso los jóvenes no lo saben, no atienden a los avisos adultos. Es un libro que anima a no ocultar los sentimientos, a poder confesarlos sin miedo, ni vergüenza, ni pudor.
La madre de Besson le pedía cuando este era pequeño que dejara de decir mentiras, de ahí el título. Por eso, el autor asume por fin el mandato de su progenitora y se sincera hasta el extremo en este libro hasta las últimas consecuencias. Con un estilo llano que rezuma la felicidad del primer amor de adolescencia, del amor correspondido, la narración limpia las impurezas que pudiera haber y alivia al autor del peso de sus recuerdos en un remolino de circunstancias que se entremezclan con el contexto político y social de la época, donde destaca, claro está, la presencia incólume y arrasadora del sida.
También guarda una infinita tristeza cuando ambos chicos se despiden para seguir diferentes caminos. Así que el chico con tejanos, camisa de cuadros remangada, una brizna de hierba entre las manos y una leve sonrisa en el rostro que aparece en la cubierta del libro es Thomas, el amado al que Besson profesa una adoración conmovedora, más aún cuando se conoce el final del libro y, en general, de esta historia de amor que me ha recordado tanto a El mundo del revés, de Luisgé Martín, porque los protagonistas de ambos libros son muy parecidos en cuanto a valentía y osadía.
Me ha gustado mucho encontrarme con tantas bonitas casualidades entre estas páginas, demasiada buena fortuna para ser real. El final, como he dicho, sobrecoge y empuja inevitablemente a las lágrimas. Cierra con llave una historia del corazón, de un amor tan verdadero y, detrás de él, dos hombres que fueron adolescentes incomprendidos, necesitados uno del otro y que solo querían amar y ser amados, sentirse queridos.