Degenerado, de Ariana Harwicz

Degenerado (Anagrama, 2019), de Ariana Harwicz.

Salí a fumar y me estoy durmiendo porque hace meses que me juzgan como un hombre que no me corresponde, que no soy, que no tiene mi cara ni mis manos ni mis huellas dactilares así que no puedo identificarme con su suerte porque no es la mía, desde el principio todo está adulterado.

Degenerado, de Ariana Harwicz

Degenerado (Anagrama, 2019), de Ariana Harwicz, es un libro que llama la atención en este blog, y es que es raro que yo reseñe un libro recientemente publicado. No suelen verse muchos en este blog, y este es uno de ellos, porque aunque la reseña se publique en septiembre de 2020, la estoy escribiendo más de un año antes.

En esta novela nos encontramos con un protagonista al que se le acusa de ser un pedófilo y de haber abusado y asesinado a, al menos, una niña. Este, por su parte, se queja de la ausencia de presunción de inocencia y de la caza de brujas que se está llevando a cabo en su contra, ya que se le culpa sin pruebas de algo que, asegura, no ha hecho.

Con un lenguaje hipnótico, desacomplejado y directo y nada inocente, el protagonista repasa su infancia en un soliloquio íntimo y hostil consigo mismo y con sus padres, mientras hace frente a la realidad, que consiste en los ataques constantes de sus vecinos frente a su casa, rodeado y sitiado por ellos.

La sombra de la guerra cubre los recuerdos del protagonista desde que esta acabó con la vida de sus hermanos. Por otra parte, al intentar defender su inocencia y rebelarse contra la supuesta injusticia, evoca la figura de su madre y la evalúa sin censura. Harwicz no se corta a la hora de escribir con un estilo irreverente y que se salta las reglas ortográficas obviando, por ejemplo, las comas vocativas o de enumeraciones.

Así, el protagonista irá buscando la introspección que le llevará a darse cuenta de su vida insatisfecha y castigada por las adversidades del tiempo, mientras se lleva a cabo un juicio claro, directo y limpio contra él. Un soliloquio de desesperanza envolverá al personaje que Harwicz dibuja con trazos gruesos e incluso incómodos de delinear.

Él hizo lo que consideró como «bueno», y si es malo, él es inocente, dice sin tapujos. Aunque, como suele decirse, el desconocimiento de la ley no te exime de cumplirla. La narración de las páginas finales, de hecho, desata un torbellino de realidades pasadas, de acusaciones y reproches, y también de nostalgias y melancolías de un tiempo que remitió tras los cristales de cafeterías baratas y los ojos vidriosos de sus padres.

Me ha impresionado encontrarme con un estilo tan deslenguado y atrevido como el que Harwicz expone en esta novela, y me alegra que haya sido así, que se haya lanzado con un tema tan áspero y espinoso, que nos haya presentado a un protagonista que engaña y manipula a su antojo a partir de la narración de los hechos, que nos guía por donde quiere y que termina maldiciendo al ser humano y mostrándose ancestral y agresivo.

Este es un libro de los que te levantan del sillón de un golpe tras leer sus primeras palabras. Con un estilo respondón, esta es una historia que absorbe y nos mete dentro, sin saber por dónde escapar pese a saber la salida, porque en la pluma de Harwicz se está mejor.