Contra el separatismo (Ariel, 2017), de Fernando Savater.
A favor de Savater, segunda parte.
Contra el separatismo (Ariel, 2017), de Fernando Savater, es un libro que, nada más comenzar, avisa de que no es ni un ensayo ni un tratado, sino un panfleto. Es bastante más delgado de lo que creía (pensaba que sería más o menos como otro libro del mismo autor de título similar, Contra las patrias).
Cuando ambos libros aún figuraban en mi lista de futuras lecturas, creía que, en Contra las patrias, criticaría el nacionalismo español, y que en Contra el separatismo criticaría los nacionalismos catalán y vasco. Sin embargo, me he encontrado con dos libros en los que Savater critica ferozmente los separatismos catalán y vasco por igual (Savater deja claro que él critica al separatismo, no al nacionalismo, que son dos cosas distintas, quizás por eso apenas encontremos críticas al nacionalismo español en sus páginas).
Savater hace un repaso, a través de los diferentes textos recogidos en este volumen, al separatismo catalán más que al vasco, al que dedicó más atención en Contra las patrias. El filósofo pone el énfasis sobre todo en el reférendum ilegal del 1 de octubre en Cataluña, asegurando que los independentistas presentaron la violencia del 1-O como motivo para independizarse, ya que no pueden atenerse al derecho de autodeterminación de la ONU que tanto reclaman al no ser una colonia (por más que quieran llamar colonos a los no independentistas).
Me ha sorprendido que Savater exponga una comparación entre la masacre de Serbia en Kosovo o de China en Tíbet con lo que ocurre en Cataluña, aludiendo a que los independentistas quieren buscar muertes, heridos o represión para justificar su deseo de separatismo, ya que no tienen otros elementos sobre los que basarse.
Así, Savater plantea una serie de características ligadas al separatismo: es anti-democrático, retrógrado (si ya lo criticaba Ortega y Gasset hace un siglo, imagínate), antisocial, dañino para la economía (ya se ha visto con la fuga de empresas), desestabilizador, creador de amargura y frustración, etcétera.
Igualmente, no deja títere con cabeza y echa mano de las alcaldías de Madrid y Barcelona (en manos de Unidos Podemos y sus socios políticos en el momento en que él escribió esos textos y en el momento en que yo escribo esta reseña, a finales de 2018) para criticar su posición cuando rechazaron conmemorar el vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco (esta vez refiriéndose al separatismo vasco).
La lengua como instrumento de adoctrinamiento también es un tema donde Savater pone especial atención e intenta excavar en dicho adoctrinamiento para encontrar las posibles causas de tanta hispanofobia. En un momento en el que rechazar lo español parece ser políticamente correcto, la llamada «minoría silenciosa» parece haber alzado la voz. Ahí están los libros de Elvira Roca Barea, Pedro Insúa, Javier Santamarta, y los libros de Savater. Más allá de la opinión política de cada cual, creo que es menester leer libros que defiendan todas las posturas, enfrentarlas desde la visión del espectador e invitar a un debate respetuoso.
Sea como fuere, la reconciliación se hace más necesaria que nunca, y es difícil que en una negociación alguien no salga perdiendo más que la otra parte, y que, como es normal, no quiera perder. Por eso los acuerdos son tan difíciles, por eso una de las partes tiene que dar el brazo a torcer más que la otra. Espero, por el bien de las personas que viven (y que intentan convivir pacíficamente, aunque algunos rechacen esta convivencia) en este país que, en la medida de lo posible, se retome una estabilidad social que derive en estabilidad política y económica, que lo necesitamos como agua de mayo en un momento de precariedad laboral, de desempleo, de pensiones que peligran…
Desde mi asiento de mero espectador, debatamos, que cuatro ojos ven más que dos, y lo que yo no sé, me lo puedes enseñar tú. Sé que el diálogo muchas veces es lo más idóneo, pero no siempre es posible. Es muy bonito invitar al diálogo cuando tú no tienes que dialogar. Pero nunca se pueden cerrar las puertas en la política. Por eso y por más, lean este libro y, después, permítanse enorgullecerse de él o discrepar. Pero antes, lean.