Autor/a extranjero/a · Narrativa

Los vecinos de enfrente, de Georges Simenon

Los vecinos de enfrente (Tusquets, 1994), de Georges Simenon y traducido por Carlos Pujol.

No dejo de espiar a mi vecina de enfrente.

Letra de la canción Espiando a mi vecina de enfrente, del grupo Un pingüino en mi ascensor

Los vecinos de enfrente (Tusquets, 1994), de Georges Simenon y traducido por Carlos Pujol, es un libro que vi recomendado en su reciente edición de la editorial Acantilado, pero lo encontré de segunda mano en una edición de Tusquets y me hice con ella de inmediato. Ha sido el primer libro de Simenon que leo, y casi me sentí abrumado antes de comenzar, pues había leído a varios escritores célebres reconocer que Georges Simenon es de lo mejorcito de la literatura francófona.

En esta novela se nos presenta a un protagonista turco llamado Adil Bey bastante curioso con el que puede decirse que comparto algunas características. Este protagonista llega a Rusia como embajador de su país después de que su antecesor muriera en circunstancias sospechosas. Llega a un país aparentemente autoritario (no sé si Simenon quiso reflejar la Rusia o URSS de su época fielmente o la dibujó de forma ficticia) con ciertas sospechas de que su antecesor fue envenenado.

Así que, cuando llega, se encuentra en un paraje desolador, lleno de pobreza, silencios, caras tristes y pasos lentos. Todo ello también lo reúne su secretaria, Sonia, de la que se enamora perdidamente (y que es una mujer con gesto solemne e impertérrito siempre). Se da la circunstancia de que su secretaria vive en la casa de enfrente, junto a su hermano, miembro de la policía política, y de su cuñada. Así que ya sabe usted por dónde van los tiros del título, pues el protagonista, siempre que esté en casa solo, intentará espiar a sus vecinos de enfrente, intentando descifrar cómo es la vida de su amada en aquella casa.

Llega un momento en la novela en que Simenon me hizo sentir que desconfía de Adil Bey. Me parecía que exageraba cuando no paraba de repetir interiormente su miedo a ser envenenado como su antecesor. Sin embargo, con el paso de las páginas, Adil Bey descubre en el bolso de su amada Sonia lo que parece ser arsénico destinado a envenenarlo. Sonia le pide perdón y le pide que lo olviden todo. Adil Bey, como está ciego de amor por ella, la perdona y decide huir con ella fuera de aquel país tan desolador. La psicosis de las últimas páginas antes del intento de huida de ambos y de sus constantes miradas a la casa de enfrente me causaron un estrés enorme.

Finalmente, Adil Bey volverá a acertar en sus auguraciones de lo que va a ocurrir, y la novela se clausurará con un giro de los acontecimientos que impedirá a la pareja cumplir su sueño. Hasta ahí puedo leer.

Esta novela recuerda, con tan solo leer el título, a la película La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, y también a la canción Espiando a mi vecina de enfrente, de Un pingüino en mi ascensor, que tiene unos años pero que, gracias a libros como este, no pierde vigencia. Cada día se espía más, no solo a los vecinos de enfrente, sino a cualquier persona conectada a la Red, por lo que este libro también podría ser indirectamente un anticipo de lo que supondría internet y la circulación de datos en la futura red.

Sinceramente, después de leer tan buenas críticas de Simenon, me esperaba una obra maestra. Sin embargo, aunque tengo que admitir que me ha gustado esta novela, me la esperaba con mayor maestría literaria por parte de su autor, con un estilo más marcado. Aun así, creo que es recomendable y que meternos en la piel de su protagonista puede despertar al ser sedentario que hay en nuestro interior para que nos impulse a huir de una situación de la que podemos salir mal parados.

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