La literatura como mentira (Dioptrías, 2014), de Giorgio Manganelli y traducido por Mariagiovanna Lauretta.
La literatura como la más verdadera de las expresiones.
La literatura como mentira (Dioptrías, 2014), de Giorgio Manganelli y traducido por Mariagiovanna Lauretta, es un libro muy especial para mí. Lo es por dos razones principalmente. La primera es que es el único libro que me ha regalado una librera. En una feria de libros, me enamoré de él y la mujer que atendía al público decidió regalármelo, lo que significó mucho para mí. La segunda es que ya lo intenté leer hace un tiempo, pero me fue imposible por su complejidad. Esta es, por tanto, la segunda vez que lo he abordado. Y he conseguido terminarlo, no sin esfuerzo.
Yo creía que este libro sería un ensayo sobre la literatura en alguno de sus aspectos relacionándola con la mentira, con la ficción, no sé, con algo de eso. Pero no, este libro es un conjunto de artículos sobre crítica literaria que el autor escribió a lo largo de la década de los cincuenta y los sesenta. El autor habla sobre autores u obras determinadas, las analiza, profundiza en ellas y llega hasta el núcleo.
Con un lenguaje elegantísimo, exquisito diría yo, lleno de tecnicismos y de vocabulario propio de la crítica literaria, Manganelli hace un repaso por técnicas que utilizan los escritores a menudo para dirigir su orquesta literaria a su gusto y, así, guiar al lector por donde ellos quieren con el fin de que la historia resulte de su gusto (dejan cosas en segundo plano en un diálogo entre personajes, por ejemplo, y sobre un tema profundiza más).
A frases como «¡Pobre, querida…!», tan escuetas y sencillas, Manganelli las llama «anotaciones elusivas y mínimos estremecimientos fonéticos» (porque no dan información y se dedican a glosar y adornar el texto), lo que resulta de una elegancia sublime en mi opinión. Y se trata de solo una línea, pero realmente así habla durante todo el libro Manganelli.
También ensalza sutilmente a la literatura fantástica y la ciencia-ficción, y me gusta que lo haga. Llevo tiempo viendo cómo este tipo de literatura, considerada menor sin ningún tipo de argumentación racional, recibe críticas de los supuestamente «entendidos» de la materia literaria. Quizás para ellos únicamente sean válidos los ensayos extensísimos y complejos sobre física cuántica. Pero no saben el valor tan grande que tiene esta literatura de ficción. Gracias a la literatura fantástica y de ciencia-ficción se inician a la lectura muchísimas personas. Yo, por ejemplo, leí gracias a que me lo impusieron en mi instituto uno de los libros de Laura Gallego. Por mi cuenta me compré los que completaban la saga y me aficioné a ellos, al igual que seguí interesándome en otro tipo de lecturas. Pero ellos me ayudaron mucho a comenzar.
Es verdad que ya apenas leo literatura fantástica o de ciencia-ficción. Pero, repito, con ella comencé. Porque resulta muchas veces atractiva de leer, porque facilita la imaginación y la evasión de la realidad. Otro libro con el que me inicié en la literatura fue Grandes esperanzas, de Charles Dickens, en una de sus ediciones infantiles que recuerdo muy levemente (y del cual también vi la película que se hizo hace ya bastantes años). De este libro habla en profundidad Manganelli. Y, además, de Dickens, también de Yeats, el poeta que tanto esoterismo incluyó en su poesía.
Samuel Beckett y su osadía para escribir poesía tras lograr el éxito en la narrativa y el teatro también son un tema de conversación para Manganelli, que no deja atrás una obra cumbre de la literatura anglosajona como Lady Chatterley, de D.H. Lawrence, acusada, asegura Manganelli, de corromper y pervertir por la ley inglesa. Finalmente, el último artículo es el que da el título al libro.
Es este, por tanto, un libro muy complejo, y cuando digo complejo me refiero a que tiene un lenguaje complejo, a que hace análisis complejos sobre obras complejas. Me ha costado bastante, pero he conseguido terminarlo enterándome medianamente sobre cosas que, también es verdad, no me interesan tanto. Porque no todo lo que dicen los ensayos tiene que interesarnos demasiado. Habla sobre autores y obras famosas, pero no hasta el punto de que el lector medio los haya leído a todos, por tanto, cuando habla de un autor u obra que no hemos leído, lo que cuenta nos parece casi vacuo si no conocemos nada de él o de ella.
Sea como fuere, para un crítico literario en potencia podría ser un buen libro, aunque de digestión difícil, para ir haciéndonos el estómago al porvenir de la literatura y aprender de buenos autores. Aquí queda.