El submayordomo Minor (Anagrama, 2018), de Patrick deWitt y traducido por Mauricio Bach.
Entre la realidad y la fantasía está Bury.
El submayordomo Minor (Anagrama, 2018), de Patrick deWitt y traducido por Mauricio Bach, es un libro que me compré con muchísima ilusión. Preveía, por la sinopsis, que iba a ser un libro del estilo de El gigante enterrado, de Kazuo Ishiguro (uno de mis libros favoritos). Así que, como digo, lo compré y devoré con ilusión. No me ha decepcionado, pero no es tan magnífico, ni siquiera la mitad de magnífico diría yo, que ese libro de Ishiguro que tanto me gustó.
La novela se desarrolla en un territorio imaginario llamado Bury, adonde llega el joven Lucy Minor a trabajar de submayordomo de un castillo. Es un lugar pintoresco, en guerra con unos vecinos, y aunque los soldados apenas se dejan ver, sus disparos sí se escuchan. Lucy llega hasta allí con tan solo quince años para servir de submayordomo en ese castillo y, de paso, alejarse de su ciudad natal, donde carga con la culpa de la muerte de su padre, donde su madre parece ignorarlo y donde la única persona que lo ha querido alguna vez lo ha sustituido por un joven forzudo. Él, enclenque, decide buscar una vida nueva, y en Bury consigue hacerse amigo de dos ladrones, y se enamora de la hija de uno de ellos.
Lucy me ha recordado muchísimo (y en la contraportada del libro se deja intuir que no he sido el único) al botones de la película El Gran Hotel Budapest (2014), interpretado por Tony Revolori. El castillo donde Lucy trabaja es un lugar inhóspito y casi abandonado, donde el mayordomo es un tipo afable y serio a la vez (!), la cocinera cocina de pena y el barón que vive en el castillo está encerrado permanentemente en su habitación, mientras se cartea diariamente con su mujer, a la que siempre escribe, pero de la que nunca obtiene respuesta alguna. Sin embargo, la historia registrará un giro de ciento ochenta grados cuando Lucy decida escribirle a la baronesa y le pida que vuelva, para así sacar al barón de su desastroso estado de abandono. La relación de Lucy con el castillo cambiará favorablemente, así como su relación con la chica de la que está enamorado.
Pero, a partir de aquí se sucederán muchas más aventuras de las que Lucy intentará salir indemne y conseguir sus objetivos, sobre todo el de quedarse junto a su amada, pero para ello tendrá que enfrentarse a su prometido. Así, entre aventura y aventura, deWitt nos va describiendo la vida de Lucy, su tristeza, cómo se encierra en su dolor, derrotado, hastiado, resignado a morir de amor si Karla, su amada, no se queda con él. Me gustaría destacar que hay una conversación entre el padre de Karla y el triste Lucy, donde el primero le pregunta al segundo si alguna vez ha visto le océano. Es un fragmento muy dulce y triste, pues al final del libro todo se desarrollará con rapidez, con varias muertes y despedidas y con un Lucy que emprende un viaje hacia su objetivo principal.
Es un libro que, más allá de ser mejor o peor que otros, me ha producido un sentimiento de tristeza y de melancolía tremenda. No es una historia tan bonita como la de El gigante enterrado, tal y como ya he dicho, pero es, aun así, preciosa. Muy recomendable, porque encoge el corazón de una manera tan sutil y sencilla que no te das ni cuenta.
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