Réquiem por un campesino español (Destino, 2011), de Ramón J. Sender.
Cuántos réquiems sin pronunciar…
Réquiem por un campesino español (Destino, 2001), de Ramón J. Sender, es un libro más que conmovedor, un libro extraordinariamente emotivo. Este libro, de menos de cien páginas (sabe aprovechar bien el espacio porque la emoción es tremenda) se sitúa en la época de la posguerra, en un pueblo aragonés que hace frontera con Lleida. Comienza con el cura mosén Millán preparando la misa en honor al alma de Paco el del Molino mientras su monaguillo va y viene por la iglesia. El narrador en tercera persona será el encargado de ir guiándonos a través de los saltos en el tiempo que van desde el nacimiento de Paco el del Molino hasta el momento presente de la historia.
Así, se nos va contando el nacimiento de Paco el del Molino, el bautizo (que ofició mosén Millán, por cierto), su comunión (también oficiada por mosén Millán), su infancia y sus travesuras, su confirmación ante el obispo (el cual se burló de Paco cuando este le dijo que no quería ser ni cura ni general, sino labrador como su padre) y, finalmente, la boda con Águeda (también oficiada por mosén Millán). Pese a todo, los padres de Paco no son especialmente religiosos, pero siguen ese tipo de tradiciones. Cabe destacar que el pueblo en el que se sitúa la historia es pequeño, y la ignorancia es cabalgante en él. Hasta tal punto que, cuando alguien extiende el rumor de que el zapatero del pueblo era un agente de Rusia, las mujeres del carasol (rincón del pueblo donde estas solían reunirse a hablar y coser) dudan de qué es Rusia, pues ellas solo habían escuchado una vez esa palabra, porque era el nombre de una yegua del pueblo. Predomina, por tanto, el aspecto ruralista de la historia, el típico pueblo español cargado de supersticiones y rumores.
Cuando Paco se hace más mayor y se casa, habiéndose formado una férrea personalidad que le hacía sentirse cercano y servicial con las personas con mayores necesidades, se libra de ir a la guerra. Así, el narrador sigue hilando hasta que nos dice que, en Madrid, «pintan bastos» por la caída del Rey, confirmando así la proclamación de la República, y saliendo elegido Paco como concejal en una de las elecciones del pueblo.
En el momento presente, mientras tanto, los tres señoritos del pueblo, don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo (por ese orden) van llegando a la iglesia, donde mosén Millán está meditabundo y cabizbajo. Y los tres, aun siendo enemigos declarados de Paco el del Molino, se ofrecen a pagar su misa, y el cura rechaza sus intenciones justificando que él tiene el gusto de dar la misa sin cobrarla. En otro salto en el tiempo, con la República ya asentada, se deciden suprimir los bienes de señorío al duque del pueblo, lo que genera conflictos entre dicho duque y Paco, que se granjea enemigos poderosos (los susodichos «señoritos» que luego se ofrecerán a pagar su misa) en el pueblo.
Poco a poco, la historia se va abriendo hasta que llegamos a julio de 1936, cuando el pueblo fue tomado por unos «señoritos» que asesinarán sin justificación a seis campesinos, cuatro concejales y al zapatero. Paco, ante esta situación, decide esconderse en los montes, y al padre de Paco se le escapa el lugar donde su hijo está escondido ante el cura, pero el cura confía el secreto. Sin embargo, con la llegada de los sublevados y el centurión al pueblo, este obliga a hablar al cura y este acepta a cambio de que no lo maten, lo cual promete el centurión (el centurión dice que solo lo detendrán y será sometido a un juicio por el tribunal). Una vez que Paco sale de su cueva donde estaba escondido por mediación del cura, lo detienen. Sin embargo, a la noche siguiente, mosén Millán es llevado hasta un muro, donde le piden que dé la extremaunción a los detenidos que van a ejecutar, entre los cuales está Paco.
Ha actuado, así, mosén Millán como un chivato, y Paco se lo recrimina a gritos mientras se desangra y es rematado con más tiros. A partir de aquí, el carasol quedará abandonado, el pueblo estará gobernado por la mano dura y en él reinarán el silencio y el miedo. A lo largo de la novela, además, el monaguillo que acompaña a mosén Millán, va recitando por estrofas un romance bastante emotivo que algunas gentes del pueblo compusieron en honor a Paco el del Molino (llamado así porque su bisabuelo tenía un molino, por cierto).
Hay que tener en cuenta que este libro fue publicado por primera vez en México, donde Ramón J. Sender estaba exiliado, en 1953. Por eso refleja de esta forma tan veraz y dolorosa la muerte de un inocente, como tantos hubo en España durante la Guerra Civil y la posguerra. Es, también, una feroz crítica a la Iglesia a mi parecer, pues esta apoyó la sublevación (más allá de que el cura Millán diera el chivatazo del escondite de Paco, pues este también resultó ser engañado por el centurión al parecer). Las dos Españas se reflejan con estupefacta claridad entre estas páginas. Admirable la pluma de Sender, cómo retrata a los personajes, cómo entreteje esta historia que tanto me ha emocionado. Creo que es una novela muy necesaria que todos deberían leer (tiene menos de cien páginas, por dios, eso no es nada) y que está olvidada injustamente.
Sin duda es de mis favoritas, me ha marcado, la he leído vorazmente y me han encantado los detalles que tiene, por ejemplo, el ofrecimiento de los señoritos al final de la novela de pagar la misa de Paco (misa a la que solo asisten el propio cura, los tres señoritos que eran sus enemigos, el monaguillo y el potro de Paco, que siempre andaba perdido por el pueblo desde su asesinato). Me parece esta una escena digna de destacar y por eso lo he hecho. Tiene tantas consonancias con otras obras como alguna de Cela (La familia de Pascual Duarte, de mis favoritas) o Pío Baroja (El mayorazgo de Labraz concretamente).
Reitero la importancia que creo que tiene esta novela porque aún, mientras escribo estas líneas, sigo intentado asimilar algunas escenas, algunos diálogos, porque he visto a los personajes con mis propios ojos, los he sentido, Sender ha hecho que fuera capaz de verlos y sentirlos, y eso prácticamente ningún escritor lo ha conseguido conmigo. Por eso estoy en shock aún. Para terminar, transcribo la última frase del libro, dicha por mosén Millán al comenzar al fin la misa, que resume lo dicho en el párrafo anterior de la reseña: «Ahora yo digo en sufragio de su alma esta misa de réquiem, que sus enemigos quieren pagar».
¡genial!
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¡Gracias! 🙂
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