Odio a los indiferentes (Ariel, 2017), de Antonio Gramsci y traducido por Cristina Marés.
Todos los libros son útiles.
Odio a los indiferentes (Ariel, 2017), de Antonio Gramsci y traducido por Cristina Marés, es un libro de horrible portada pero de importantísimo contenido. La portada consiste en un fondo blanco sobre el que se refleja una camiseta en una percha. En la camiseta, un conjunto de ovejas. Si las ovejas aparecieran en la portada, me gustaría. Pero que aparezca una camiseta me trae confusión y desazón.
Este es un libro brevísimo sobre un conjunto de textos de Antonio Gramsci, político socialista italiano que del primer tercio del siglo XX. Es increíble cómo un político extranjero de una época como el primer tercio del siglo XX y habiendo fallecido hace ya más de 80 años haya llegado hasta nosotros con tal nitidez acompañado de su obra y su pensamiento ideológico.
En este libro, los textos de Gramsci abordan, sobre todo, los problemas que acechan al proletariado italiano de la época, así como las revueltas y protestas de este proletariado, a los que Gramsci anima y califica de valiente tras haberse disuelto la manifestación que llevaba un mes en pie por no haber conseguido sus objetivos.
También habla de la Primera Guerra Mundial, del problema del capitalismo en Italia y, por supuesto, al principio habla sobre aquellas personas que se mantienen indiferentes ante lo que acontece en Italia. Al final del libro tenemos el privilegio de contemplar también un diálogo sobre una discusión verídica que tuvo lugar en el Parlamento italiano en la década de los años 20 entre Gramsci y el ya primer ministro italiano Benito Mussolini. Gramsci, poseedor del turno de palabra, critica las leyes de los fascistas y que intenten ilegalizar el Partido Comunista italiano arrestando a sus miembros. Los fascistas, con Mussolini a la cabeza y dos o tres parlamentarios que también intervienen, desmienten las acusaciones de Gramsci argumentando que son arrestados ‘para conocerlos’ y que inmediatamente quedan en libertad.
Así, se enzarzan en una tensa discusión que dura ocho páginas y que me divirtió sobremanera, en serio. No comparto la ideología de ninguno de los dos, ni de Mussolini ni de Gramsci. Creo que los textos de Gramsci están muy acertados en ciertas ocasiones, pero no me representa su ideología de pensamiento. Aun así, soy un acérrimo defensor de la idea de que hay que leer libros y opiniones de todas las ideologías, nos gusten o no. Este libro nos despierta una luz interior y tenemos ganar de discutir sobre él, de plantear nuevas tesis sobre alguno de sus temas y de discrepar. Es un libro muy útil por eso mismo, porque nos despierta. Gracias, Gramsci.