Releer a Rilke (Acantilado, 2017), de Adam Zagajewski y traducido por Javier Fernández de Castro.
Quiero dejar claro que Rilke es mi héroe.
Releer a Rilke (Acantilado, 2017), de Adam Zagajewski y traducido por Javier Fernández de Castro, es un libro que imaginé grande, enormemente aburrido y teórico sobre el poeta del Duino, pero no. En tan solo 64 páginas, Zagajewski habla de su héroe (y del mío) de una forma sutil y reconstruyendo un poco su historia y la de su obra. Lo muestra no como un poeta que describe personajes, paisajes u objetos, sino que describe lo que esos personajes, paisajes u objetos quieren decir.
Apenas he leído a Rilke y, sin embargo, sí he leído este libro sobre releer a uno de mis poetas favoritos por los escasos poemas suyos que he tenido la suerte de saborear. Tengo desde hace tiempo la biografía de Rilke escrita por Mauricio Wiesenthal, así como una larga lista de libros de Rilke (y sobre él, es decir, más biografías). Este libro era uno de ellos. Es un brevísimo manjar donde degustar lo que el reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017 piensa sobre él. Este librito es dulce, y también asequible, así que lo leí en apenas dos horas en las que aumentó considerablemente mi admiración por el genio.
Cada lector tiene sus héroes literarios, sus autores favoritos. Yo conocí a Rilke en Ronda, su ‘Ciudad soñada’, donde veía diariamente una estatua suya al pasar. Me atrajo mucho que un poeta extranjero hubiera vivido en mi segunda casa, en mi segunda ciudad, y me interesé por él. Curioseé sobre ese poeta que tenía Maria de segundo nombre (objeto de burla por parte de algunos). Luego, cuando lo nombraban en el instituto, yo presumía de conocerlo mejor de nadie, de verlo todos los días, de quererlo con toda mi alma porque había compartido inviernos y veranos junto a su recia estatua.
Ahora tengo el valor, la madurez y el gusto de leer al fin sus obras, que poco a poco iré degustando, al igual que sus biografías y también libritos como este, ni una cosa ni otra, pero que también se refieren a Rilke con entusiasmo y corazón. Sé que Rilke me acompañará el resto de mi vida y que será uno de mis poetas favoritos mientras otros eligen a poetas más famosos.
Finalmente, me gustaría decir lo mismo que está escrito en la lápida de la tumba de Rilke:
Rosa, oh contradicción pura en el deleite
de ser el sueño de nadie bajo tantos
párpados