No es un río (Literatura Random House, 2020), de Selva Almada y narrado por Alejandro Grauer.
Tres hombres en un río. Pescan una raya y la cuelgan de un árbol. Intentan emular su pasado, cuando también eran tres, pero con alguna diferencia. La raya se queda ahí, para siempre, y se pudre. Ellos quieren evitar el óxido, pero ya se han mojado en el río y no hay vuelta atrás. No es un río (Literatura Random House, 2020) es una novela de realismo mágico que narra dos historias paralelas, ambas impregnadas de tragedia, que se cruzan.
Esta obra de Selva Almada (Entre Ríos, 1973) comienza con tres amigos pescando en un río. Son Enero, el Negro y Tilo. Los dos primeros son amigos desde la infancia, mientras que Tilo es hijo del tercer amigo de los anteriores, Eusebio, que ha muerto. Enero y el Negro, para recordar viejos tiempos, han llevado a Tilo a pescar. Quieren pensar que no es Tilo, sino Eusebio, pero saben que la realidad es otra. Ese recuerdo de Eusebio les lleva al pasado, a las primeras pescas, pero también a la magia de la naturaleza y a los extraños sueños que les acechan. Por otro lado, hay personajes como Aguirre, la señora Siomara y sus dos hijas, Mariela y Luisina, aunque esta última quiere que la llamen Lucy.
Las historias se sitúan en Argentina, en la actualidad. Por un lado, los tres amigos pescan la raya y luego se dirigen a un bar. Por otro, Siomara está encendiendo un fuego en la casa mientras sus hijas pasean por el pueblo. Luego, ambas partes se encontrarán en el bar y acudirán a una fiesta, como acuden los recuerdos a una mente que, por la noche, intenta descansar. Entonces, se desencadena la tragedia. El fuego tiene mucho simbolismo en esta obra, tanto el que Siomara enciende en su casa, porque es fuego lo que le sale de dentro en realidad, como el que prende Aguirre.
Enero contó alguna vez a Eusebio y al Negro que había tenido un sueño extraño. En él, Enero estaba en el río, y de repente surgía en la superficie una figura terrorífica. Tiempo después, encontraron a Eusebio muerto en el río. Este sueño de Enero se mezcla con el sueño admonitorio de Mariela. Ambos están relacionados, puesto que sueñan con la muerte de otros. Al final, forman una masa hecha de los mundos de la realidad y del inconsciente que da pie a la interpretación de los sueños y su reflejo en la rutina.
La historia comienza con una escena anclada en la actualidad, pero poco después empiezan las analepsis de Enero, el Negro y el fallecido Eusebio. El lector conoce qué ideas tenía el grupo de amigos en su juventud. Tilo supone su renacimiento porque aunque Eusebio murió, está él, sangre de su sangre y con la misma edad con la que ellos iban y venían. Viven en un pueblo sin turistas donde la presencia y conciencia de la muerte duele.
La escena en la que se narra la desaparición de Eusebio, con la sospecha de Tilo de que algo le ha pasado a su padre, es conmovedora. Pero los personajes aprenden que el ciclo de la vida concierne a todos por igual. El día que van de pesca fuera del pueblo conocen a las dos hijas de la señora Siomara. Esa noche hay un baile e invitan a Tilo, que le ha gustado a Mariela. Este es el típico encuentro entre jóvenes que también enfatiza lo contrario, es decir, la vejez y el paso del tiempo, que conlleva muerte de seres queridos y pérdida de vigor, belleza y atracción. Los personajes son víctimas a veces de las habladurías de la gente, pero quieren sentirse «tenidos en cuenta», deseados.
No es un río habla de la compañía, la lealtad, el paso del tiempo, la amistad, la fraternidad y la ausencia. También trata la religión y la curandería. Por un lado están los que defienden la religión y por otro quienes la critican. El monte sobre el que los protagonistas se mueven después de pescar la raya reconoce a sus habitantes. En él conviven animales, insectos, flores, árboles, ruidos y el olor dulzón de la naturaleza. Pero también los fantasmas del pasado. Toda la obra gira alrededor del río, que actúa como elemento simbólico. La pesca de la raya es el núcleo de la historia, lo que une a todos los personajes y permite al lector adentrarse en sus vidas presentes y en sus recuerdos.
Igual que los peces vuelven al mar, aunque regresen ya muertos, el grupo de amigos vuelve al pueblo. Volver al origen se convierte en una lucha entre el ser humano y la naturaleza. La raya sacada del río donde perece Eusebio es la pesca del pasado para retenerlo y poseerlo, aunque ya esté muerto y empiece a pudrirse, como el animal. La novela tiene poca acción y muchas escenas de contemplación y reflexión. Todo está infestado de nostalgia, de pérdida y del inexorable olvido. Cada paso hacia adelante que dan los personajes es un paso menos hacia la destrucción del ser humano en la naturaleza.
La feminidad también tiene un espacio importante entre estas páginas, puesto que se habla del cuerpo de la mujer, la maternidad y la paternidad. Enero pudo tener un hijo antes que Eusebio, que acabó «preñado de río», pero no lo tuvo, y ahora ve en Tilo aquello que pudo ser y no fue. Las decisiones del pasado siempre vuelven. La señora Siomara, por su parte, tiene dos hijas, y hay un personaje que dice: «Los que tienen varones no se preocupan dónde duermen ni con quién […]. Los que tienen varones nunca están preparados para la desgracia».
Almada imprime en esta historia frases telegráficas en momentos como las descripciones de movimientos de personajes o escenarios. Retrata con nitidez lo efímero de la vida y la fragilidad de lo que soñamos y deseamos. Es una historia llena de tragedia, violencia y desgracias. Al final, los protagonistas descubren, como se dice en el libro, que para sobrevivir «con la suerte sola no alcanza».
Este es el primer audiolibro que he escuchado en mi vida, y ha sido una buena experiencia en general. Sin embargo, tengo la sensación de haberme perdido muchas sensaciones que cuando leo capto mejor. No he empatizado tanto como suelo hacer, y creo que es muy buen libro para la sensación final que me ha dejado. Sí quiero decir que he perdido la noción del tiempo. Al terminar el audiolibro no sé exactamente qué ha pasado con dos personajes. Este formato tiene eso, al no especificar el paso de los capítulos ni debidamente los espacios, si es que los hubiera, se pierde y no se sabe qué escenas van de corrido y cuáles separadas.
Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): No sé por qué, pero relaciono a las escritoras latinoamericanas contemporáneas que leo (Brenda Navarro, Natalia García Freire, Selva Almada, Fernanda Melchor…). He de reconocer que en esta novela me esperaba el desarrollo de las infancias traumáticas de los personajes, como suele ocurrir en las novelas de Fernanda Melchor, pero no ha sido así.

