Crisálida (Impedimenta, 2025), de Fernando Navarro.
Crisálida (Impedimenta, 2025) es la primera novela de Fernando Navarro (Granada, 1980), guionista de películas como Segundo premio, que ganó tres premios Goya en 2025. Esta fábula llena de misterio y sordidez presenta la comunión entre la naturaleza y el ser humano y mezcla temas como el salvajismo, la familia o los secretos. La narradora y protagonista se hace llamar Nada y es la segunda de cinco hermanos. Ella era una niña con una vida corriente en una ciudad corriente hasta que su padre decidió que abandonaran el piso y se mudaran a una tienda de campaña en la Alpujarra. Tras varios meses en este entorno hostil, las condiciones extremas los llevaron al límite de la locura y de la bestialidad, hasta que un día Nada aparece en un sanatorio, desde donde cuenta su historia.
La novela comienza con Nada despertando en esa clínica después de escuchar una voz que la llamaba «niña» y la animaba a abrir los ojos. Parecía la voz del Capitán, como llamaba a su padre —todos tenían apodos, incluida su madre, a la que llamaban Madreselva—. Sin embargo, no puede ser él, pues nunca se dirigió a ella con una palabra mínimamente cariñosa y, además, según ella, ahora debe de estar pudriéndose arriba en las montañas. En la clínica, Nada sufre pesadillas y los efectos de la medicación la hacen viajar al pasado, a su vida de aislamiento y horror. No puede olvidar su vida en la montaña; de hecho, le parece seguir allí. Así, empieza a hablar sobre sus hermanos, sucios y asalvajados, figuras tiernas y vulnerables que requieren su cariño; de su madre, silenciosa, y de su padre, erigido como un dios, como algo supremo que ostenta la autoridad.
En el sanatorio, Nada suda mucho y las sábanas finas envuelven su cuerpo y se pegan a él, como una crisálida o una capa transparente que se convierte en su segunda piel. En ese lugar, del que los médicos dicen que no es un manicomio, pero la narradora sí lo piensa, pues todos allí parecen locos, Nada tiene numerosos pensamientos autodestructivos e incluso algún intento de suicidio. Una enfermera intenta ponerle un nombre, pero ella se niega, pues padece una pérdida de identidad crónica, pues se lamenta de no haber tenido nombre y al mismo tiempo quiere mantenerse sin él. Se trata, en definitiva, de una narradora quebrada y rota por todas partes sin remedio ni esperanza de arreglo.
Después de una introducción sobre quién es Nada, dónde está y por qué, desarrolla su vida en las montañas, cómo llegaron hasta allí y quiénes eran sus padres y sus hermanos. El origen de todo fue un «volunto», como dice, que le dio a su padre, que se desligó de todo lo que tenía hasta marcharse a la sierra. Su padre siempre había mentido a todo el mundo, incluso a sí mismo, para escapar de lo que le rodeaba, pero sobre todo de él. Su padre, que tenía una vida proyectada de niño bien del Opus, pero que rompió con todo ello y se fue a vivir con Madreselva. Sin embargo, sus proyectos salieron mal y aparecieron la soledad, la pobreza y la locura. Su padre, un relaciones públicas que tuvo multitud de trabajos, que tocaba la guitarra y que escribía poesía y se complementaba con Madreselva, siempre tan callada.
El Capitán y Madreselva, irresponsables con respecto al cuidado de sus hijos, se marchan al bosque para buscar el tesoro de los musulmanes expulsados, pero también para huir de la jaula de cemento que es la ciudad. Para ello, paradójicamente, se encierran en la sierra. El Capitán rechaza el mundo exterior, la sociedad civilizada y urbana, cuando en realidad lo más probable es que esté frustrado porque aspira a conseguir una vida decente y al no conseguirlo renuncia a todo y se radicaliza. Por todo ello, Nada hace una crítica incisiva, continua, perseverante y malaya hacia su padre, hacia la actitud que mantenía con ellos, y también a su madre por no impedirlo. «Levantaba la corteza de los árboles y siempre salían insectos y eran como nosotros, familias a las que les han levantado el pecho y tienen que huir», dice Nada.
El Capitán odia a los del Opus, porque su familia pertenece, pero Madreselva tiene un discurso similar, pues dice que han llegado a tierra de moriscos, que «eran moros que son mejores que los cristianos» y luego añade: «[…] los moriscos […] acabaron viniéndose a estas tierras a esconderse y matar cristianos que es lo que hay que hacer». El Capitán defiende que son víctimas de una persecución, una expulsión, como la de los judíos o los musulmanes, y adoraba a Boabdil porque, quizás igual que el sultán, también perdió su reino. Quieren ser libres y, en su libertad, son juzgados por la sociedad. Nada reconoce que cuando vivía en Granada rezaba a los dioses de sus abuelos para que su madre no muriera, pero que en la montaña, descontenta de todo y resignada, deseaba que todo muriera en el mundo.
Ya en la naturaleza, Nada se interna en lo más primitivo del ser humano, en las creencias y los miedos a lo desconocido. Después de varios días y de tanta nieve, encuentran dos automóviles abandonados y empiezan a vivir en ellos. Sin embargo, nada está limpio en las montañas, como dice la narradora a raíz de cazar un jabalí sucio de sangre, escarcha y barro. «El bosque o el Capitán, si es que no son lo mismo, me están convirtiendo en otra cosa», dice Nada. Esta aventura arriesgada coincide con su despertar a la madurez y con la asimilación de responsabilidades que no le corresponden, mientras que el Capitán quiere que sus hijos permanezcan como niños eternamente y que no crezcan. Entonces, surge una presencia extraña en el bosque que no sabemos si está dentro de la cabeza de Nada, y es su miedo personificado, o no.
Crisálida es una novela de aprendizaje que contiene violencia, un toque de humor y un poso trágico a consecuencia del abandono y las carencias de la protagonista. Fernando Navarro usa a Nada de narradora de forma inteligente, ya que tiene la edad suficiente entre todos sus hermanos como para tener un vocabulario, un discernimiento y una conciencia aptos para, aunque quede aislada en el bosque, poder narrar lo que ocurre porque también conoce y se ha desarrollado en el mundo exterior. Además, la escritura de este autor es rocosa y sortea las normas de la lengua para aferrarse a la más pura expresión del habla local, como demuestra la primera frase de la novela, donde prescinde de las comas del vocativo para adaptarlo a la forma hablada de Nada y darle mayor dinamismo y agilidad. En otras escenas, escribe sin signos de puntuación, por lo que la lectura se hace algo asfixiante a propósito.
A veces, Nada alcanza cotas de delirio que hacen que el lector confunda qué es real y qué no de todo lo que relata. En algún momento, habla de sí misma, de su identidad, pero sin desvelar su nombre, como una barrera infranqueable, como algo que no existe. Quiere vivir en la crisálida, salir al mundo exterior, y al mismo tiempo quedarse en el sanatorio. «Regresar es regresar a todo lo que dolía de aquellos días. El bosque es un silencio que se va a llenando de ruidos extraños», dice. Sin duda, es uno de los pocos libros que ha conseguido meterme en su atmósfera y sentir el miedo de la noche y del Capitán en mi propia piel.
Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta novela me ha recordado, inevitablemente, al anterior libro del autor, Malaventura, un conjunto de relatos que ya leí y reseñé aquí, aunque hace solo varios meses. Fernando Navarro estuvo presentando Crisálida en Málaga a principios de 2025 y, cuando tuve la oportunidad de hablar con él, me confesó que había leído dicha reseña; es más, que leía mi web de reseñas. De hecho, me puso como dedicatoria: «Para Mario, que lee mucho y lee bien». Si lee esta reseña también, que espero que así sea, quiero darle mi más sincera gratitud y mi enhorabuena por traer al mundo libros como esos dos. Mientras leía la novela, me parecía escuchar la voz de Belén Cuesta narrándola, como hizo ese día en la presentación en Málaga. Además, mientras leía este libro, que me llevó mucho tiempo porque lo dejé aparcado varios días para hacer un curso y quitarme el trabajo acumulado, hice un viaje cerca de Sierra Nevada, que es donde se desarrolla la novela, concretamente al pueblo de Cortes y Graena. En la historia, muchas mañanas, Nada se despierta y se encuentra libros alrededor de la fogata esperándola, a ella, que los leía y luego los devolvía a su lugar para a la mañana siguiente encontrarse con otros diferentes. Eran libros que el Capitán robaba y le dejaba, no sabe ella por qué. Este encuentro de Nada con la literatura me ha recordado a Una mujer furiosa, de Antonio Fontana, cuyo narrador y protagonista también se va encontrando libros abierto por su casa porque su padre los deja a propósito y a través de los ellos se va descubriendo más a sí mismo. Por otra parte, el Capitán tiene la idea de que el apocalipsis se aproxima y por eso quiere que sus hijos aprendan a vivir en el bosque, lo que me ha recordado a Una educación, de Tara Westover, cuyo padre también pensaba en el apocalipsis y aisló a sus hijos. Asimismo, la niña protagonista se llama a Nada, una similitud con el mito griego de Ulises y Polifemo, ya que Ulises, usando su astucia, dijo al cíclope que se llamaba Nadie. Con respecto a la presencia extraña en el bosque que no sabemos si está dentro de su cabeza y sigue su propio miedo personificado, me ha recordado a la de Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness, también producto de la propia imaginación y de los propios miedos. En otro momento de la novela, se dice: «Me duele todo y están hartos de escucharme por eso ya no viene nunca a verme», lo que me ha recordado a mi abuela Antonia, que siempre se queja de que nadie se acuerda de ella y nadie va a verla; tanto que en su casa, según ella, «no entran ni las moscas». Luego, casi al final, la narradora hace referencia al aire de la calle, y con esta frase me ha recordado a la canción que se llama así de Los Delinqüentes. Más adelante, la narradora dice que el Capitán tenía discos, por ejemplo, de flamenco, de «cantautores patillosos», lo que me ha recordado a cantaores como Paco Candela. Finalmente, la cita «Levantaba la corteza de los árboles y siempre salían insectos y eran como nosotros, familias a las que les han levantado el pecho y tienen que huir», dicha por Nada, me recuerda a MAMBO, de Alejandra Moffat, sobre la dictadura de Pinochet y la familia protagonista, obligada a huir cada poco tiempo.

