Autor/a extranjero/a · Narrativa

Casandra y el lobo, de Margarita Karapanou

Casandra y el lobo (Ardicia, 2017), de Margarita Karapanou y traducido por Julia Osuna Aguilar.

Quizá si pensamos en el libro que representa la infancia por excelencia se nos venga a la cabeza Momo, de Michael Ende. En Casandra y el lobo (Ardicia, 2017, traducido al español por Julia Osuna Aguilar), la protagonista que da nombre al título es una niña de seis años llena de sueños, ilusiones e imaginación. Ante ella se abre un panorama familiar complejo y un mundo oscuro que nos presenta a través de una narración en primera persona.

Margarita Karapanou (Atenas, 1946) escribió una novela truculenta de capítulos breves como disparos. Son balas que no dañan, pero sí aturden al lector, porque la historia que nos cuenta Casandra es al mismo tiempo un cuento de hadas y de lobos, de ricos y pobres. Ella pertenece a la primera categoría, pero se siente cercana a los segundos, no los desdeña a diferencia de otros burgueses de su familia como su abuela.

Publicada originalmente en 1976, esta novela debió de despertar un gran revuelo en su época por el contenido tan controvertido que alberga en sus páginas, como le ocurrió a Oso, de Marian Engel. En esta obra, Casandra nos habla sobre el paso de la infancia al mundo adulto, donde se produce la caída de mitos y la pérdida de algunos sueños. La infancia es el poderoso estandarte sobre el que Casandra se apoya para construir una historia —mitad realidad mitad ficción— donde todo tiene cabida.

Situado en Grecia durante los años de la resistencia griega (1942-1945), en esta historia se nos presenta la realidad socio-económica del país, con una clara diferencia de clases y unos personajes pintorescos. Destacan algunos como Jarílaos, el tío de Casandra, cuyas apariciones son oscuras y trágicas, o Petros, el criado de la casa, cuya actitud para con Casandra es sospechosa. Asimismo, las situaciones que se suceden en la historia son muy escabrosas para una niña de seis años.

Karapanou ha escrito una novela directa y afilada gracias a las frases telegráficas que la componen. Esta historia de la pequeña Casandra está cargada de sentimientos, crecimiento y aprendizaje. Es una trama turbia repleta de fantasía, magia y un lirismo desbordante gracias a que los pensamientos de la niña y todos los diálogos son riquísimos. Incluso tiene presencia el placer sexual.

Casandra y el lobo es una novela muy moderna. La propia narradora nos muestra, desde su mirada infantil pero exenta de pudores adultos, las imposiciones burguesas contra la libertad de las mujeres. En un momento de la novela, la abuela le dice a Casandra:

«Hija mía, te voy a dar unos consejos. Dentro de unos años te convertirás en una señorita de familia bien, con un apellido de bandera, no es broma. De señorita pasarás a dama. Y cuando seas una dama, conocerás a caballeros que querrán casarse contigo. Una dama de tu clase no ha de tener mucho seso… A los hombres les fastidia. Cuando te hable un caballero, los ojos bajos, a escuchar y a callar. Mira el parqué o el pecho del hombre, hasta que te toque a ti hablar».

Sin embargo, colisiona con una Casandra fuerte, libre y empoderada. La libertad femenina y el papel de la mujer en la sociedad de entonces sale a relucir frente al rígido patriarcado. Incluso creo interpretar en algún pasaje un intento de desestigmatización de la masturbación femenina. La ausencia parcial de su madre —y total de su padre— llevan a Casandra a convivir con su estricta abuela, su infantil criado y su insípida institutriz. Ella, por su parte, destaca entre los personajes por su actitud respondona e irreverente. Tiene un matiz macabro y demoníaco cuando se lo propone.

Se advierten muchos simbolismos en esta novela, así como una crítica ácida a la burguesía, a la disciplina y a las normas estipuladas en la alta sociedad de entonces. Las escenas fantasiosas mezclan elementos como la muerte y el sexo, que tienen mucha presencia aunque suene extraño, ya que la protagonista, recordemos, tiene solo seis años.

Casandra nos guía por su mundo interior —y por el exterior— con un lenguaje poético cargado de metáforas. En el cuento de Caperucita, el lobo se disfrazaba de la abuela de la protagonista. En esta novela, sin embargo, es la abuela de Casandra la que se convierte en lobo con su actitud feroz. Pese a la brevedad de la novela —la mayoría de los capítulos tienen una o dos páginas—, Karapanou no se olvida de dibujar la psicología de unos personajes a veces cargados de traumas en una novela bizarra donde no ha sido fácil adentrarse: quien entre en ella corre el riesgo de salir perjudicado.

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