Autor/a español/a · Libro testimonial

El cuaderno gris, de Josep Pla

El cuaderno gris. Una selección (Destino, 1997), de Josep Pla y traducido por Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros.

Hoy cumplo veintiún años. Echo una ojeada circular. Mi padre come en silencio, en un estado de perfecta normalidad. Mi madre no parece estar tan nerviosa como suele habitualmente. Puesto que en este país sólo se celebran los santos, la presencia del bizcocho y de las natillas me hace desconfiar.

El cuaderno de gris, de Josep Pla

El cuaderno gris. Una selección (Destino, 1997), de Josep Pla y traducido por Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros, es un libro que describe la introspección de Pla durante los años 1918 y 1919 en Cataluña, concretamente en parajes de Gerona y Barcelona. El libro original tiene ochocientas o novecientas páginas y se subtitula Un dietario. Sin embargo, me hice con este ejemplar porque el otro lo consideré excesivamente abyecto: buscaba hacer daño. Este, por su parte, como decía, tiene poco más de doscientas páginas y se subtitula, a su vez, Una selección, como es normal.

Dionisio Ridruejo, el famoso poeta español del siglo XX, fue el encargado de traducirlo y de introducir este libro, llegando a definirlo como el mejor escritor español del siglo XX, algo que despertó mi interés, pero una vez terminado el libro apenas doy crédito a ese halago.

Con una presencia abundantísima de adjetivos, Pla cuenta su vida y la de sus antepasados, así como su infancia, una etapa que alaba a través de su escritura refinada y, sin embargo, llana a ojos del lector. Dibuja un retrato rural de Cataluña con retazos de Nada, de Carmen Laforet, y de La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda, aunque las dos escritoras catalanas sitúan sus novelas en la urbe. Y, a la vez, pinta un libro coral donde aparecen multitud de personajes, amigos casi todos del escritor, que pasean por las páginas dejando leves trazos anodinos.

Pla habla de sí mismo como un tipo sencillo, poco vanidoso y que apenas da importancia a cosas socialmente tan relevantes como los peinados, la vestimenta o la apariencia física, valorando más en otras personas la simpatía que la belleza. Es un escritor racional que plasma una escritura clara y asequible, que observa el pasado desde el pedestal que les corresponde a hombres como él, y que valora con cariño todo lo que cuenta, pero sin caer en la melancolía ni en la nostalgia excesivas.

Por sus páginas también discurren noticias de la Primera Guerra Mundial y de la política española, temas en los que se moja el autor con esa escritura tan llena de luz que no llega a deslumbrar como esperaba tras leer, como decía, tantas alabanzas por parte de Ridruejo. Pla llega a decir en un momento determinado que leer a Stendhal «desintoxica». Pues yo creo que leer a Pla también, porque separa el grano de la paja y nos presenta una vida eliminando los elementos artificiosos.

Pla se llama a sí mismo egoísta, detesta la hipocresía y hace de las descripciones detalladas y minuciosas el alma mater del libro, un compendio interesante de experiencias del autor, algunas más banales que otras, con un estilo narrativo depurado, pero sin ajustarse tampoco al trono de honor que le concede Ridruejo, siempre desde mi punto de vista.

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