San Manuel Bueno, mártir (Alianza, 1995), de Miguel de Unamuno.
En esta España de calzonazos —decía—, los curas manejan a las mujeres y las mujeres a los hombres… ¡y luego el campo!, ¡el campo!, este campo feudal…
Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir
San Manuel Bueno, mártir (Alianza, 1995), de Miguel de Unamuno, es un libro que me impresionó por su brevedad. Siempre había visto este libro en la edición de Cátedra, y era relativamente breve. Pero en este edición de Alianza me doy cuenta de que, en la edición de Cátedra, la mayoría de las páginas deben de ser del estudio previo de la obra como suele ser habitual en dicha editorial. Porque esta novela ocupa poco más de cincuenta páginas en un tamaño de hoja más pequeño del habitual.
La novela está narrada en primera persona por Ángela (nos encontramos un libro escrito por un hombre y narrado por una mujer, un hecho que me gusta destacar como sabrán los fieles seguidores del blog), que nos cuenta la historia del cura de su pueblo, don Manuel Bueno. Ángela nos narra lo bueno que era don Manuel, al que terminaron llamando, emulándolo con un santo, San Manuel Bueno, y dándole la categoría de ‘mártir’ por su bonhomía y generosidad desinteresada (digna de alabanza, todo hay que decirlo). Todos en el pueblo lo querían.
Cuidado, porque ya hemos nombrado la palabra clave de esta historia (excluyendo a nuestro amable y prudente don Manuel): pueblo. El ruralismo es un tema recurrente en las obras de escritores españoles de los siglos XIX y primera mitad del XX, y aquí lo encontramos de nuevo. Pero el pueblo no es un mero escenario, es también lugar de conflicto y confrontación entre (no podía faltar) las dos Españas, entre las dos ideologías de la época, la predominante confesionalidad católica y un ateísmo cada vez más extendido.
Estas dos ideologías las vemos reflejadas, aunque brevemente, en dos personajes del libro: el mismísimo don Manuel y el hermano de Ángela, Lázaro. Lázaro es un joven que marchó a América para trabajar y que, al cabo de los años, ha vuelto, según cuenta Ángela. Lázaro entra un día en disputa con don Manuel, criticando duramente y clamando contra la teocracia imperante que hay en España, y pone como contraejemplo el progresismo de América.
Ángela, casi desde el principio, nos deja vislumbrar una sospecha que ella tenía sobre don Manuel, pues pensaba que don Manuel parecía fustigarse internamente por algo que ocultaba, algo que parecía saber y que no quería contar. Esto que don Manuel sabe (y que Lázaro defiende a pies juntillas, por cierto) se nos desvelará con el paso de las páginas, y Ángela quedará alterada y gravemente engañada por este descubrimiento que me encantaría desvelar (pero me retengo). Esta «verdad» permanece oculta por don Manuel y por Lázaro, que al final, como se ve, acaban siendo cómplices de dicha «verdad», y quieren mantenerla oculta porque la mentira sirve de consuelo a los pueblerinos y es el consuelo que reciben para sobrellevar la vida que saben que terminará con al muerte, pues con la verdad nadie podría vivir, dice don Manuel.
El nacimiento del ser humano parece bifurcarse en dos caminos, es decir, parece haber dos nacimientos: primero, cuando la persona viene al mundo desde el vientre de su madre, y el segundo se produce cuando dicha persona es consciente por primera vez de que morirá. Cuando uno es consciente de la muerte y de su propia mortalidad, entonces nace de nuevo, porque si es consciente de la muerte, es consciente de que en algún momento ha nacido, de que está vivo, y de que nacer es su pecado original (tal y como predica la religión) por el que hay que pagar (esto me recuerda al libro de Cioran donde el filósofo rumano-francés critica el nacimiento y lo compara con una condena). Finalmente, la novela termina con varias muertes, con una verdad oculta y con el testimonio de Ángela en manos de un misterioso narrador que, al final de la novela, nos dice haber encontrado dicho testimonio y nos lo da a leer.
Es esta una obra maestra, tan breve como llena de sabiduría y temática literaria propia de las novelas españolas de su época. Es un libro muy estudiado en institutos españoles, pero yo lo he leído ahora, y creo que, al ser tan breve, la gente no debería resignarse a leerlo únicamente una vez, sino varias, para coger todos los detalles con precisión.
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