España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos y otros ensayos (Alianza, 2014), de José Ortega y Gasset.
La historia de España entera ha sido la historia de una decadencia
José Ortega y Gasset, España invertebrada y otros ensayos
España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos y otros ensayos (Alianza, 2014), de José Ortega y Gasset, es un libro que tiene frases tan optimistas como la que encabeza esta reseña. Y no podemos decir que Ortega fuera pesimista o que odiara a España, al contrario, la amaba tanto que ve sus defectos donde incluso ni ella misma los ve.
Yo estudié a Ortega y Gasset muy por encima en segundo de bachillerato, y aprendí, entre muchas otras cosas, que estudió el bachillerato en un instituto de mi ciudad antes de irse a Madrid a convertirse en un filósofo reconocido internacionalmente y a escribir grandes obras como esta. El libro cuenta primeramente con una nota preliminar y con dos prólogos de Ortega, uno de ellos cuando el libro llegó a su segunda edición y el otro cuando llegó a la cuarta (el libro se empezó publicando por fascículos en 1920 o 1921 en el diario El Sol y pocos años después se publicó en forma de libro).
Han pasado, por tanto, 99 años desde que Ortega escribió estas páginas, pero algunos de los temas que explica son tan actuales que asusta. Ortega habla, en general, sobre los problemas sociales y políticos que España padecía en las primeras décadas del siglo XX y sobre sus causas a lo largo en la historia de nuestro país, alegando que tanto la grandiosidad que tuvo España antaño como su decadencia actual son más aparentes que reales.
Ortega habla, por ejemplo, de un término curioso: la «incorporación», que se asemeja al de convivencia de territorios. Y este término aparece a colación de un tema recurrente en la época de Ortega y en la nuestra: los separatismos, concretamente el catalán y el vasco. Dice Ortega que la unidad de España fue hecha para intentarla, pero que los separatismos son parte de esa desintegración de España que se inició en el siglo XVI y que acabó con todas las colonias y que ahora (hace 99 años y ahora también) quiere acabar con la estructura interna.
Es este un tema árido y delicado que Ortega no deja atrás, por suerte, porque me ha gustado cómo ha hablado sobre él en el libro, relacionándolo con otros términos como el de «particularismo», que podría decirse que es lo opuesto a la «incorporación» porque, en el particularismo, las partes de España viven aparte, unos territorios se desentienden de los otros y no comparten sus esperanzas ni deseos. Para qué seguir viviendo o conviviendo juntos tantos pueblos distintos, argumentan estos pueblos (o naciones históricas o como se les quiera llamar, sea como fuere siguen siendo comunidades autónomas) que se creen con potestad y recursos suficientes como para subsistir por sí solos, aunque dejen «tirados» a los demás.
Sin embargo, dice Ortega que España es ya «más que un pueblo» (me recuerda al més que un club del Camp Nou), la polvareda que queda, confiesa Ortega desesperanzado. También toca Ortega otros temas como la tradicional repugnancia de los españoles hacia sus políticos, y nombra a los pronunciamientos (sin saber lo que se le venía encima a España unos años más tarde). Con respecto a la susodicha repugnancia, Ortega explica que los españoles padecemos «aristofobia» u odio a los mejores. Es decir, según Ortega, en España hay mucha masa y pocas cabezas ilustradas. Y no se puede construir el ideal de una sociedad sin diferencias jerárquicas ni sin aristocracia.
Mientras en Europa reinaba el feudalismo, en España estaban los árabes (lo que dice Ortega que parecería una ventaja, pero que luego resultaría ser una desventaja, un retraso con respecto al resto de nuestros países vecinos occidentales). Igualmente, la unificación que hubo también dio un resultado espléndido (y dio lugar a la época más gloriosa de España), pero al final la unificación se fue desmembrando hasta llegar a nuestros días. «En nuestro pasado, la anormalidad ha sido lo normal», dice Ortega. Y creo que es una frase que resume todo lo anterior de forma espléndida y escueta.
Finalmente, el libro termina con una Addenda (que es una especie de conclusión) y con dos ensayos breves, el último de los cuales termina en mitad de una frase porque ahí se interrumpió la escritura de Ortega por alguna razón que desconozco.
En definitiva, este es un libro que tenía muchas ganas de abordar. Pensaba que sería más extenso y más técnico, pero ha sido muy breve y fácil de comprender, salvo unas pocas excepciones. Creo que es esencial adentrarse en la obra de filósofos como Ortega y Gasset. Lo recomiendo encarecidamente. Si creyera en la función vital de las lecturas obligatorias, lo pondría como lectura obligatoria en bachillerato y en algunos grados universitarios. Pero como creo que estas lecturas obligatorias lo que hacen mayormente es crear odio hacia la lectura por parte de los estudiantes al verse obligados a hacer algo que moralmente les han dicho que es bueno pero que a ellos no les atrae, pues declino la oferta. Este libro, como todos, es para disfrutarlo. Y yo he disfrutado mucho aprendiendo sobre la historia de mi país y sobre el pensamiento de uno de los filósofos más importantes de la historia del mismo.