La palabra mágica (Navona, 2017), de Augusto Monterroso.
Larga vida a las palabras mágicas.
La palabra mágica (Navona, 2017), de Augusto Monterroso, es un libro que me engañó sutilmente. Bueno, en realidad la culpa la tengo yo, pero no sé cómo pudo ocurrir. Cuando leí la sinopsis de este libro, no sé qué tipo de sinopsis leí o qué tenía yo en la cabeza en ese momento. El caso es que lo compré sabiendo que era una novela sobre realismo mágico, y resulta que cuando lo leí no era nada de eso. Sea como fuere, este libro es un compendio de textos breves de Monterroso acerca de diversos temas, y es un libro igualmente maravilloso.
En él, Monterroso habla, sobre todo, de escritores. Habla de Horacio Quiroga y de su entorno familiar donde reinaban los suicidios, y de sus cuentos llenos de horror. También nos habla de otros autores hispanoamericanos como Ernesto Cardenal y Jorge Luis Borges, además de otros escritores universales como William Shakespeare y de alguna que otra generación de escritores latinoamericanos. Pero no nos habla de ellos así, sin más, sino sobre alguna de sus obras, o sobre su erudición, o sobre su maravillosa agilidad narrativa… Y siempre de forma breve y amena.
Monterroso nos habla también sobre un pasaje concreto del poema de Polifemo y Galatea, de Luis de Góngora, digno de estudio y de diversas interpretaciones. Y de Góngora pasa a su eterno enemigo, Francisco de Quevedo, y habla de uno de sus versos que dice aquello de «lo fugitivo permanece y dura», y Monterroso le da vueltas a ese verso, lo mastica hasta que se le hace bola.
Pero no solo habla sobre escritores, porque también dedica algunas páginas a los géneros literarios, reconociendo, por ejemplo, la existencia del género obituario, o hablando abiertamente sobre las autobiografías y sus distintas modalidades según las cree él. Y también habla sobre las novelas de dictadores, esas que poblaron la literatura hispanoamericana durante el siglo XX. Y defiende a ultranza la poesía indígena y la traducción de los libros, aunque se burla un poco de algunos títulos de obras extranjeras traducidas al español, como uno traducido como La piel de los dientes, asegurando Monterroso que ese nombre es propio de los americanos, pues a los demás no se les ocurriría ese nombre ni para nombrar a una clínica dental.
Como se puede observar, todo lo que dice Monterroso lo hace con un toque curioso de humor, con una habilidad pasmosa y una ironía desbordante por momentos. Aunque también atraviesa páginas en las que habla de su exilio en México, y todo ello siempre desde su experiencia.
«Es preciso encontrar la palabra mágica para elevar el canto del mundo», dijo un tal Joseph Freiherr von Eichendorff hace dos o tres siglos. Y en esa frase está inspirado el título del libro. Porque Monterroso busca las palabras mágicas de aquellos autores a los que quiere destacar y nombrar. Por eso, no me queda otro remedio que romper una lanza a favor de Monterroso, elevar las manos al cielo y pedir, yo también, larga vida a las palabras mágicas que, como las de este libro, nos ayudan a que nuestro corazón siga latiendo al ritmo literario de los escritores eternos.
P.D.: Debido al ritmo de lecturas que he llevado a lo largo de 2018 y que sigo manteniendo, desde enero a septiembre de 2019 mantendré la costumbre de publicar una reseña cada lunes y cada jueves en lugar de solo una cada lunes. Es más complicado para mí porque requiere más tiempo para leer y para redactar las reseñas, pero siempre intento buscar que los lectores y lectoras más asiduos de este blog consigan encontrar sus lecturas favoritas o descartar otras según mis reseñas. Queda dicho. Hasta entonces… ¡feliz año nuevo!