Autor/a español/a · Narrativa

Sylvia, de Celso Castro

Sylvia (Destino, 2019), de Celso Castro.

Cuando la vi por primera vez en internet, me imaginé que se trataría de un novelón de trescientas o cuatrocientas páginas cargadas de descripciones intratables por su complejidad y por el tedio que producirían. Además, costaba dieciocho euros, así que no podía ser de otro modo.

Sin embargo, cuando fui a la librería, cuál fue mi sorpresa al ver que Sylvia (Destino, 2017), de Celso Castro, era una novela de… ¡119 páginas! Costaba muy cara para su cantidad de páginas. Por tanto, si el precio discrepa de la cantidad de hojas, contrastará con la calidad de la misma, que deberá de ser tremenda, insuperable.

Cada vez que leía la sinopsis me convencía un poco más. Las portadas como las de este libro, con una mujer salida de un cuadro mirando al lector de frente, sin miedo, no me gustan nada, pero todas las reseñas me cautivaron y me convencieron para comprármela.

La novela no contiene ni una sola mayúscula. Es una novela de esas llenas de conjunciones, sobre todo de la letra ‘y’, que refleja la velocidad que quiere darle el protagonista a la narración de los acontecimientos. En cuanto a lo de la ausencia total de las mayúsculas, queda claro que es un nuevo formato, por así llamarlo, una técnica moderna de escritura, pero a mí (como muchas cosas modernas) no me hacen ninguna gracia.

Me resulta un poco más difícil de leer, pues suelo relacionar los puntos con las letras mayúsculas que los siguen. En este caso, siempre veo letras minúsculas y los puntos se hacen casi imperceptibles para mí. Pero esa no es la razón, sino la incomodidad, no sé realmente cómo llamarlo…

Una novela sin mayúsculas, ni siquiera para nombres propios como los que salen en la novela (Tolstoi, Valle-Inclán, Hugo, René, Sylvia…) es algo impropio. Me repele ese tipo de escritura vanguardista o innovadora. No estoy acostumbrado, quizá sea por eso, y lo detesto.

En cuanto al argumento de la novela, he de reconocer que es muy atractivo. Leyendo la contraportada justo antes de comenzar a leer la novela, te ayuda mucho a comprender lo que las primeras páginas intentan sugerirte (no siempre ocurre así, por eso lo destaco, pues a veces la contraportada es un simple trozo de cartón al final de la novela, es decir, no tiene la más mínima utilidad con respecto a la novela que le precede).

Trata (¡ALERTA SPOILER!) sobre un joven de veinte años que se enamora de una mujer de treinta. Se casan, discuten y discrepan mucho, y ella se llega a marchar de la casa un par de veces para hacerle compañía a un ‘amigo’ enfermo. Al final, no se divorcian y tienen un bebé. Este es probablemente el resumen de este libro más desastroso que podrás encontrar, pero eso es lo menos.

De lo que quiero hablar es que el protagonista, pese a que Sylvia se marchó varias veces de casa para irse con otro hombre… mira, a lo mejor no le era infiel al protagonista, pero yo no vivo ni amo a una mujer que se va de mi casa más de una vez para hacerle compañía a otro hombre que no es su padre, su hermano o su hijo. Desconfío mucho, sí, pero así me ahorro luego disgustos.

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