Como si existiese el perdón (Las Afueras, 2019), de Mariana Travacio.
Esta reseña va a ser ligeramente más breve que el resto. En primer lugar, porque llevo muchas lecturas seguidas y la cabeza no me responde a los estímulos que me producen las historias para luego transmitirlos por escrito. Y en segundo lugar porque la estoy escribiendo en enero de 2021. Está guay esto de viajar por el tiempo. Esta reseña se va a publicar dos años y medio después de que la escriba, a saber qué es de mí entonces. En fin, que en enero de 2021, no sé si os acordaréis, la cosa estaba muy mal. Tercera ola del covid-19 y muchas otras cosas que minan la salud mental de la gente de a pie.
Un fantasma nunca muere, y eso es lo que le ocurre al padre del protagonista de Como si existiese el perdón (Las Afueras, 2020). La frase del fantasma con la que comienza este párrafo pertenece a Jacques Derrida y aparece al inicio de la historia. Siempre vuelve y vuelve», viene a decir la continuación de la cita en francés.
Mariana Travacio (Argentina, 1967) ha escrito una novela que, pese a su brevedad, posee una fuerza narrativa extraordinaria. Narrada en primera persona, esta historia es un wéstern, podríamos decir, con tintes de gauchos argentinos. Por estas páginas se pasean la venganza, la violencia, la tierra desierta, el silencio y la esencia del ser humano. El protagonista se llama Manoel y, tras un acontecimiento que se narra al principio, debe enfrentarse a una banda a la que pertenece, según se entera, el hombre que asesinó a su padre.
A través de capítulos breves, a veces de un par de páginas, Manoel nos presenta personajes tocados por la fatalidad mientras analiza la huida, la añoranza y la aridez de esas tierras. Un espacio lúgubre que alberga historias tristes y miserables. Uno de los personajes pierde a su mujer, a sus hijos y a su casa en un incendio, y le dice a Manoel: «Esta vida me sobra, yo debí irme en ese fuego». Todas las vidas constituyen un ocaso insostenible, una suciedad en la que es imposible no reparar.
En esta historia, sus personajes intentan luchar contra los fantasmas del pasado, y luchas cuanto antes para que estos no se acomoden en sus vidas. Manoel es un protagonista que dibuja para extirparse el rencor y el dolor. La búsqueda, la caza y el honor se magnifican con el paso de las páginas. Ese «dar a la caza alcance» —como lo escribió San Juan de la Cruz y que cantó de maravilla Estrella Morente, aunque fuera una caza amorosa o divina y no vengativa— se agiganta y se convierte en la trama central de la obra.
Los ojos de Manoel miran como si existiese el perdón, y se propone recomponer en el pasado y vengarlo. Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y la novela de Travacio es un buen ejemplo. Es una novela con mayúsculas que reúne en poco espacio las cuitas de un protagonista y una historia trepidante.
Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta novela me ha recordado a muchísimas obras literarias y cinematográficas, y nos las voy a citar todas porque si no esta mini-sección sería eterna. No sé por qué, pero desde mediados de 2020 me dio la fiebre de las novelas de wéstern, pero de wéstern moderno, es decir, Hernán Díaz y Jon Bilbao, por ejemplo.
Recuerdo que el marido de una tía-abuela, que en paz descanse, veía todas las tardes películas del oeste en la televisión sentado en su sofá tomándose un vaso de Fanta. Creo que voy por el mismo camino. En los últimos meses me he apuntado multitud de títulos sobre relatos y novelas del oeste, publicados recientemente o reeditados, pero creo que no llegaré al punto de leer a Marcial Lafuente Estefanía.
A lo que iba, que me enrollo: la novela de Travacio me ha recordado muchísimo a Ni siquiera los muertos, de Juan Gómez Bárcena, por la persecución y los enemigos, aunque no era venganza propiamente dicho lo que se lleva a cabo en la novela de Bárcena. La novela de Travacio parece, más bien, la versión reducida y modificada de la de Bárcena, desligada en términos geográficos e históricos, por supuesto.
También me ha recordado a Los odiosos ocho y a la serie Godless, que me encantó. Muy recomendable, aunque tiene unos años. Quien haya leído la novela de Travacio y sepa el objetivo del protagonista sabrá a qué me refiero con esas comparaciones.

