La camarera de la Gran Vía (2deLetras, 2015), de Bárbara Cruz.

Las personas pueden dividirse entre aquellas que creen en el azar y aquellas que creen en el destino, suponiendo que no exista nada entre medias. Sea destino o azar, la vida de Eva, la protagonista de La camarera de la Gran Vía (2deLetras, 2015) es un conjunto de desgracias.

Eva es estudiante de Psicología y trabaja por las tardes en una cafetería en la zona de Gran Vía, en Madrid. Un día, un accidente de tráfico cerca de la cafetería agita su rutina, ya de por sí agobiante, para convertirla en principal sospechosa y ponerla en el punto de mira de unos y otros. Todos desconfían de ella, excepto Álvaro, un abogado con una vida plácida y acomodada que intenta ayudarla, sobre todo, cuando sospecha que el accidente no ha sido tal, lo que también le generará problemas a él.

La víctima del accidente es un hombre, y Eva ha sido la última persona que ha hablado con él antes de que falleciera, por eso todas las miradas se dirigen a esa camarera desvalida y desafortunada. Eva es un personaje natural que actúa como cualquier otra persona habría hecho en su situación. Esta novela negra de Bárbara Cruz (Madrid, 1980) explora temas delicados y dilemas morales sobre la justicia y la confianza. ¿Cuánto somos capaces de contar sobre nosotros? ¿Qué pasaría si nuestros secretos salieran a la luz?

La narradora describe la angustia que la protagonista siente al verse acusada y sospechosa y pone al lector ante su cruda realidad, vapuleada de todas las formas posibles y sin ayuda ni compañía. En esta novela se entrelazan esa desdicha de la protagonista con la solidaridad de Álvaro y el egoísmo y la vanidad de Adolfo, padre de este. Cruz dedica demasiadas páginas a presentar a la protagonista y tarda en exponer los hechos, pero La camarera de la Gran Vía guarda una trama mucho más oscura de lo que parece y tiene giros imprevistos al final que dejan anonadado al lector.

Como decía Ortega y Gasset, «yo soy yo y mis circunstancias», y las de Eva no son las mejores. Nunca lo han sido. Ante una persona en problemas, no podemos mirar para otro lado si no nos afecta, porque quizás llegue el día en que sí lo haga y nos sintamos abandonados. A través de capítulos muy cortos, Cruz habla sobre el trabajo de la abogacía desde dentro, los compromisos que atan a aquellos que lo ejercen y los ataques oscuros que se emprenden, y aunque hay algunos clichés, plantea un interesante debate sobre la ética laboral, la precariedad y los prejuicios hacia la homosexualidad.

¿En quién decidimos confiar y por qué? La vida es un acto de confianza tras otro. Confiamos en que, al cruzar la carretera, pese a estar el semáforo en verde, el coche que debe pararse lo haga y no prosiga y nos atropelle. Confiamos en que el tendero no nos engañe con el cambio si tenemos prisa y no podemos contarlo. Y confiamos en que el vecino con el que entramos en el ascensor no nos agreda.

¿El ser humano es bueno o malo por naturaleza? ¿Qué es el bien y qué es el mal? En estas preguntas reside el jugo de una historia donde resalta la importancia de la psicología, de una protagonista obligada a ser fuerte desde muy joven y de un personaje masculino que confía a ciegas porque su corazón le dice que es lo correcto. Quien quiera saber si hace bien confiando en una desconocida, aunque esté granjeándose enemigos, deberá leer esta novela.

Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta novela me ha recordado un poco a Tierra Quemada, de Rafael López Vilas, porque en ambas historias se cree que la persona muerta ha fallecido por un accidente o por suicidio, y finalmente se descubre que no es así, que hay algo más oscuro detrás.


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