Autor/a español/a · Teatro

Don Juan Tenorio, de José Zorrilla

Don Juan Tenorio (Espasa-Calpe, 1993), de José Zorrilla.

¿No es verdad, ángel de amor, que en esta antigua obrilla se conoce más a Zorrilla y se lee mejor?

Don Juan Tenorio (Espasa-Calpe, 1993), de José Zorrilla, es un libro que tenía pendiente porque el autor tiene mi corazón. Visité Valladolid en el verano de 2016, y allí conocí más en profundidad la vida de dos grandes escritores de la ciudad (Miguel Delibes y José Zorrilla) al visitar sus casas natales. Desde entonces, me he introducido en la lectura de ambos autores y me han gustado por igual (muchísimo). Los tengo en un pedestal.

Don Juan Tenorio por todos es sabido que es una obra de teatro en verso. Además, esta edición cuenta con una introducción de Francisco Nieva donde el dramaturgo nos presenta la tradición de otros donjuanes de la literatura (como el de Tirso de Molina) e, incluso, de los donjuanes presentes en otras artes como la música (como el de Mozart). Que esté escrita en verso no me ha dificultado su «inteligibilidad», como a algunos les pasa, ni mucho menos. Además, me encanta la rima, y esta obra ha sido un deleite total.

En la obra nos encontramos con Don Juan Tenorio, nuestro protagonista, y a Don Luis, un hombre al que desafía para ver cuál de los dos, tras regresar de sus respectivos viajes, ha vivido más experiencias. Entonces, Don Juan Tenorio, sabiendo que Don Luis está prometido con Doña Ana de Pantoja, le avisa de que le va a robar a su amada. Y se baten en duelo. Sin embargo, los alguaciles los detienen antes de que comiencen los golpes.

Don Juan tenía la intención de robar a Doña Ana, pero también quería el amor de Doña Inés. El padre de Doña Inés, Don Gonzalo, quiere impedirlo a toda costa porque conoce las intenciones de Don Juan, el depravado ligón de la época. En pleno apogeo de ligues y robos, entre rima y rima, Don Juan se verá acorralado en su propia casa por Don Luis, que viene a matarlo por amenazarle con robarle a su amada, y por Don Gonzalo, que quiere que le devuelva a su hija, a la que Don Juan ha escondido en una habitación de la casa. Pero Don Juan estuvo avispado y los mató a ambos con ayuda de un arma y huyó al extranjero. Hasta aquí la primera parte de la obra.

La segunda parte se desarrolla unos años más tarde, cuando Don Juan acude de nuevo al cementerio de Sevilla y contempla que allí yacen los cuerpos de Don Luis, de Don Gonzalo… ¡y también el de su querida Doña Inés! Será el espíritu de Doña Inés el que atemorice a Don Juan cuando se le aparezca en mitad de la noche (por eso esta obra se representa tradicionalmente la noche de Todos los Santos). Cuando Don Juan marcha a cenar con dos de sus amigos de toda la vida, la estatua de Don Gonzalo que había sobre su tumba se presenta en su casa y desembocará en el fin de Don Juan y de la obra. Pues le vaticinará su final, y Don Juan se verá abocado a él un rato después.

Así, ya muerto, Don Juan volverá a estar en el cementerio, con el espíritu de Doña Inés presente. Don Juan ya se quejó de su mala suerte (!) casi al final de libro, cuando dijo: «Llamé al cielo, y no me oyó; / y pues sus puertas me cierra, / de mis pasos en la tierra / responda el cielo, no yo».

Pero serán las últimas palabras de la obra, que saldrán de la espectral boca de Don Juan, las que me marquen considerablemente por su carga poética, sentimental y romántica: «¡Clemente Dios, gloria a Ti! / Mañana a los sevillanos / aterrará el creer que a manos / de mis víctimas caí. / Mas es justo; quede aquí / al universo notorio / que, pues me abre el purgatorio / un punto de penitencia, / es el Dios de la clemencia / el Dios de Don Juan Tenorio». No me digáis que no es precioso este final. Pues como este final es casi toda la obra, así de espectacular.

Como los versos que le dedica Don Juan a Doña Inés y que luego tanto coraje le darían a Zorrilla ya están tan manidos, pues he querido destacar esos, que me parecen igualmente espléndidos. Es una obra clásica, y aunque la tengamos tan presente, hay que leerla para valorarla realmente. No es nada densa ni pesada de leer, al contrario, es un hermoso placer que se bebe como el agua fría en un caluroso día de verano. Larga vida a esta obra de arte (y de teatro) y a mi querido José Zorrilla.

P.D.: El pasado sábado 2 de febrero asistí a la representación teatral de esta obra en un teatro de mi ciudad y me puso los pelos de punta. Increíble. Más que recomendable la representación al igual que el libro.

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