Cuánto oro esconden estas colinas (Gatopardo Ediciones, 2021), de C Pam Zhang y traducido por Benito Gómez Ibáñez.

Las muertes de las personas que queremos nos vacían por dentro. Morimos al mismo tiempo que ellas. Aunque nuestro cuerpo siga moviéndose y respirando, es una simulación que terminará algún día. Cuánto oro esconden estas colinas (Gatopardo ediciones, 2021, con traducción al castellano de Benito Gómez Ibáñez) está protagonizada por dos hermanas, Lucy y Sam, de diez y nueve años. Están en California durante la fiebre del oro, con una pistola y el cadáver de su padre a cuestas. Caminan sin rumbo en busca del futuro, pero sus diferencias marcan sus respectivos caminos y amenazan con separarlos.

Esta novela de C Pam Zhang (Pekín, 1990), escritora china que emigró a Estados Unidos, está dividida en cuatro partes y quedó finalista del Premio Booker 2020. En una ciudad del Medio Oeste, dos niñas presencian la muerte de su padre, al que llaman Ba. Su madre, Ma, desapareció hace tiempo, y ahora deben valerse por sí mismas. Así que emprenden el camino hacia ninguna parte, aunque en realidad se dirigen hacia sus propios adentros.

Después de haber recorrido tantos pueblos y de haberse encontrado con todo tipo de gente, Lucy y Sam son dos niñas a las que pocas cosas hieren. La relación entre ellas no es ni buena ni mala, sino algo fría. Ahora, sin figuras paternas de por medio, el devenir amenaza con romper la relación de ambas y de entorpecer sus respectivos proyectos de futuro. Ambas creen aún que soñar es suficiente para que se cumpla aquello que desean, pero pronto se darán cuenta de que no es así. La autora nos presenta una historia de duelo, donde dos niñas deben enfrentarse a la muerte en general y de un ser querido en particular. Asimismo, se preguntan qué significa «hogar», y por qué cuesta tanto encontrarlo, si es que existe.

La familia era la pieza fundamental de sus vidas. «La familia es lo primero», repetían los padres a las dos hermanas. Ahora, sin ellos, si las cosas no salen bien, pueden volver. Pero ¿adónde? Toda la novela está narrada por Lucy, así que la vemos a ella misma y al resto de personajes a través de sus ojos. Excepto en un capítulo, donde el lector escucha solo la voz de Ba, que cuenta su historia con Ma y desvela secretos. Sus orígenes son confidenciales, y a veces es mejor no saber. Sin Ba ni Ma, las hermanas no se sienten desprotegidas, pero sí carentes, incompletas. «Ninguna caricia en la piel salvo la del agua del río», se lamentan.

Ambas recuerdan a sus padres, y tratan de reconocer a sus antepasados en ellas mismas, que son sus descendientes. Sin embargo, la herencia de los cuerpos, los gestos y los actos no es suficiente para conocer todo lo que les gustaría. Hacen parte del camino con la compañía de un perro que apenas puede caminar con dos patas. Su familia, que también carece de dos, tampoco puede, pero ellas intentan seguir.

Ba se dedicó a la búsqueda de oro en tierras áridas, sometido a las envidias y avaricias ajenas. Este oro del que habla el título de la novela es una excusa que se olvida pronto para desarrollar la historia de las dos hermanas. El fantasma de Ma le habla a Lucy, mientras que a ella le parece ver a Ba en las palabras y los gestos de su hermana. Son muy diferentes: Lucy es sosegada y decidida, mientras que Sam es testaruda. Lucy quiere asentarse en algún poblado, pero Sam quiere continuar el camino, quizás eternamente.

Pese a la difícil convivencia, intentan caminar de forma conjunta por tierras de sequía, y lo hacen llenas de esperanzas e ilusiones infundadas. Se camuflan en la naturaleza y se adaptan al entorno por el que se mueven mientras cargan con el dolor familiar como si fuera un álbum de fotos. Salir corriendo no entraba en los planes de su padre, eso solo lo hacían los cobardes, y tampoco en el de ellas. Ahora actúan en función de sus recuerdos y advertencias. ¿Tiene futuro ir sin rumbo o están arriesgando sus vidas en vano?

C Pam Zhang trata temas como la familia, la marginación de las minorías, la inmigración, la exclusión, la pobreza, la fraternidad, la supervivencia, la soledad, el individualismo, la violencia, la identidad y el valor de las promesas. Por esta novela también pasean los dragones de hierro (así llamaban a los primeros trenes) que empezaban a recorrer la zona, así como la extinción de los búfalos, que se mezcla en la narración con la extinción de la propia familia.

Cuánto oro esconden estas colinas no es un wéstern al uso con aventuras, forajidos y buhoneros, sino una introspección en el presente y el pasado de las dos hermanas protagonistas. La autora traslada la historia de forma sutil, exponiendo el presente y luego explicando lo que la memoria conserva. Al final, ambas, entre la voluntad de desaparecer y la de pasar desapercibidas, aprenden a diferenciar la verdad y la mentira y se preguntan cuánto perdura nuestro paso por la Tierra. Quizás nada.

Por último, voy a incluir dos citas que me parecen muy buenas, y que no he querido incluir para no romper el ritmo de la lectura de la reseña:

«Porque esa tierra en la que viven es una tierra de cosas que faltan. Una tierra despojada de su oro, de sus ríos […]. ¿Quién podría creer eso y seguir viviendo? ¿Quién podría creer eso y dejar de mirar […] siempre hacia el pasado?».

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«—Chicas, ¿sabéis lo único que tiene más autoridad que una pistola en este territorio?

—Los tigres —dice Sam.

—¿La historia? —dice Lucy.

—La familia —dice Ma, abrazándose el vientre [esperaba un hijo].

Ba sacude la cabeza. Cierra los ojos.

Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta novela me ha recordado a varias, porque son varios los wésterns que he leído (la revisión del wéstern, por llamarlo de alguna manera, es decir, las novelas catalogadas como «wésterns» publicadas en los últimos años me atraen mucho). De todos modos, tampoco me ha recordado a todos los wésterns que he leído. Uno de ellos es A lo lejos, de Hernán Díaz. En ambas historias (esta que reseño y la de Díaz) hay dos hermanos. En la de Díaz se separan y la historia cuenta cómo uno de ellos intenta encontrar al otro, mientras que en la de la autora china están juntas pero el destino amenaza con separarlas. También me ha recordado a En la Tierra somos fugazmente grandiosos, de Ocean Vuong. Esta última no es un wéstern, pero comparte con la novela de C Pam Zhang que ambos autores son asiáticos que emigraron a Estados Unidos, y de alguna manera intentan imprimir esa adaptación en sus historias. Por último, hay un detalle que me ha recordado a Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda. Durante un momento de la novela de C Pam Zhang, un tigre acecha a las hermanas. En la novela de Sepúlveda, el tigrillo que ataca al protagonista, que protagoniza el último tercio de la historia, es fundamental para comprender el devenir de la trama y comprender el final.


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