El palacio de hielo (Trotalibros Editorial, 2021), de Tarjei Vesaas y traducido por Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.

El hielo refleja la luz con agresividad y obliga a apartar los ojos al que lo mira. Ese deslumbramiento natural crea imágenes extrañas, mitad sueño, mitad realidad, que se diluyen en la memoria. Todo es luz en El palacio de hielo (Trotalibros Editorial, 2021, con traducción al castellano de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo). Se trata del segundo libro que publica esta editorial después de La guardia, de Nikos Kavvadías, también reseñado en el blog.

Tarjei Vesaas (1897-1970) es uno de los escritores más reconocidos de su país, Noruega. En esta novela dividida en tres partes la naturaleza tiene una presencia abrumadora. En mitad de ese paisaje nevado hay un palacio de hielo que se erige como símbolo de lo desconocido y que se convierte en un enlace entre las dos niñas protagonistas. El autor noruego ha escrito una novela lírica narrada principalmente en tercera persona y donde se perciben el dolor y el poso que la primera guerra mundial dejó en el autor, ganador del Premio de Literatura del Consejo Nórdico en 1964.

Siss y Unn tienen once años y están en el mismo colegio. Son dos niñas muy diferentes, pero sienten curiosidad mutua y deciden conocerse mejor. Al día siguiente de este encuentro, Unn visita un palacio formado por el hielo en una zona del bosque, y ya no se sabe más de ella. Entonces, Siss emprende la búsqueda de su amiga, y también la suya propia, sorteando las palabras impronunciables, los secretos y el frío.

El misterio de su amistad se focaliza en los ojos y pensamientos de Siss y en el enigma que supone Unn. Podría decirse que Siss es la líder de su clase en el colegio, mientras que Unn es tímida y le cuesta relacionarse. Por eso surge la unión y el interés mutuo. El poder de la historia recae en los sentimientos entre ambas amigas que acaban de conocerse y en los diálogos que mantienen al principio. Esas conversaciones ayudan a forjar su relación al mismo tiempo que permiten al lector conocerlas mejor.

Además de la búsqueda y la amistad entre ambas, también surgen otros enigmas conforme pasan las páginas, como la familia de Unn. Aunque no es un tema que Vesaas desarrolle, se trata de una pieza imprescindible en el carácter y, quizás, en el devenir de la historia de Unn. Otro tema de importancia capital en El palacio de hielo es el miedo en sus diversas formas: miedo a perder una amiga, a la noche, a la oscuridad, a los silencios y a desvelar los secretos. Todo ello simboliza el miedo que Siss, en concreto, siente a lo desconocido. Su relación con Unn está cargada de secretos, de palabras no dichas que no se pueden pronunciar y que son una carga pesada de llevar.

Vesaas expone en estas páginas una escritura completamente desnuda y limpia, sin adornos, solo la crudeza y, al mismo tiempo, la magia del lenguaje y de la historia, aunque no por ello está exenta de cierto lirismo. El autor también explora la construcción de las relaciones humanas y el desarrollo de estas, concretamente entre ambas niñas y también entre Siss y los adultos.

El palacio de hielo, mientras tanto, se erige majestuoso hasta que la llegada de la nieve o las inundaciones lo derrumben. Los delirios, el misterio, los secretos y el pudor configuran el núcleo de esta historia donde la mente infantil construye su propio territorio infranqueable para evitar daños. Al final, el lector descubre que, entre todas las ramas del bosque y las paredes del palacio, hay un misterio mucho más grande del imaginado. Algo oscuro que ataca el valor de las promesas. «La infancia es lo más opuesto y lejano a la muerte que existe», dice Jan Arimany, el editor de Trotalibros, en la nota final a esta novela. Cuando el hielo se derrite todo queda a la intemperie, y quizás entonces es cuando haga más frío.

Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta novela me ha recordado a otras dos. La historia es original, por lo que han sido otros aspectos los que me han recordado a esas obras. Por un lado, las dos protagonistas son dos niñas de once años, lo que me ha llevado inevitablemente hasta Panza de burro, de Andrea Abreu, donde las dos protagonistas son también dos niñas de once (¿o diez?) años. Además, los finales de ambas novelas podrían…  ¿parecerse?

Por otro lado, Unn no tiene padres y despierta expectación en el colegio por eso. Cuando leí la parte en la que Vesaas expone eso, recordé instantáneamente Los hermosos años del castigo, de Fleur Jaeggy, donde hay una niña que llega al internado donde está la protagonista y que también consigue crear mucha curiosidad entre sus compañeros.


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