El silbido del arquero (Contraseña, 2020), de Irene Vallejo.
Quién le iba a decir a Virgilio que su célebre Eneida iba a seguir leyéndose y versionándose más de dos mil años después de su fallecimiento. El silbido del arquero (Editorial Contraseña, 2020) constituye una nueva mirada al mito de Eneas, en esta ocasión de la mano de Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), la ganadora del Premio Nacional de Ensayo en 2020 con el mayor fenómeno editorial de la última década después de Patria.
Esta novela no es, ni por asomo, tan conocida como El infinito en un junco, pero también merece elogios porque cuenta una historia bella con un estilo cautivador. Aquí encontramos a Eneas, el héroe troyano que huye de su ciudad, asediada por los aqueos, y naufraga en la costa de África, en Cartago. Eneas será el fundador de la civilización romana cuando llegue a la actual Italia después de su paso por Cartago, y mucho más tarde el poeta Virgilio hablará de él en la Eneida.
Sin embargo, la obra de Vallejo no adelanta tanto y se centra en la estancia de Eneas en Cartago, desde que llega después del asedio de Troya hasta que se marcha con destino a Italia. Esta novela coral está protagonizada, además de por el héroe troyano, por Dido (reina de Cartago), Ana, Yulio (hijo de Eneas) y el propio Virgilio.
A lo largo de las páginas, el lector es testigo del viaje de Eneas, de numerosas aventuras y anécdotas sobre guerras, exilios y amores. Predominan la violencia y el papel de la mujer poderosa entre hombres. Aunque Vallejo utiliza el mito para escribir esta historia, pone su estilo personal, incluye ficción y mezcla la historia con las leyendas.
Predomina la narración, que se alternan los diferentes personajes, sobre los diálogos. Vallejo emplea el mismo lenguaje y estilo que con el que se narraban los mitos en la antigüedad. En esta obra, el lirismo se mezcla con la época, y crean un todo helenístico delicioso.
Muchos de los personajes coinciden aquí en un viaje como huida y como forma de olvidar. El paso del tiempo y la memoria son dos temas importantes que se reivindican. Los recuerdos deben conservarse porque son lo único que nos lleva hasta lo conocido. Pero también están los recuerdos que queremos olvidar porque dañan el presente y hacen inútil esa huida. La obra de Vallejo no es una simple copia o modificación del mito, puesto que también desvela, en boca o en los pensamientos de los personajes detalles de la guerra de Troya no tan conocidos.
Aunque los mitos puedan verse como historias arcaicas, guardan una gran relación con la actualidad. En esta novela volvemos a encontrar similitudes con la contemporaneidad, como la crueldad del ser humano con sus semejantes, unos seres sedientos de espectacularización y morbo. Además, la autora hace una tajante crítica a la xenofobia y a las guerras y reivindica el arte de contar historias para, a través de ellas, intentar comprender el mundo, además de la resistencia y la fortaleza:
«-¡Escuchadme todos! ¡Escuchadme todos! —repito, alzando mi voz por encima del aire que todavía ensordece—. Hemos sobrevivido a la guerra, que es la locura de los hombres, y a la tempestad, que es la locura del mar. Los dioses siguen con nosotros. Ahora no es tiempo de yacer tendidos y temblar por el peligro que ya hemos superado. Quiero levantar aquí un campamento, encender un fuego que nos caliente los huesos y elevar una oración por nuestros compañeros extraviados en la tormenta».
La huida que emprende Eneas no es solo física, sino también psicológica. En esta novela hay personajes que huyen también de su personalidad o de su identidad, de ser quien se es, quizás, de forma impostada. Cada uno de ellos tiene una historia, un tormento y un pasado. Todos anhelan amor, tienen deseos, temen a las conspiraciones y añoran la infancia. Cada página de esta obra es rica en detalles y en apreciaciones.
Vallejo construye a estos personajes mitológicos con una personalidad más humana y más alejada del mito de lo convencional. Habla de los problemas humanos actuales y construye una tragedia al más puro estilo griego. La Eneida, que ha durado más que el Imperio romano, se sigue leyendo a través de libros como este.
Los mitos griegos siguen siendo fuente inagotable de recursos para la narrativa contemporánea. Por citar solo algunos ejemplos, la Penelope de la Odisea ha revivido gracias a la mirada empoderada que le aporta Margaret Atwood; Alessandro Baricco también reivindica los mitos en Homero, Ilíada, y hace poco salió Lavinia, la última novela de Ursula K. Le Guin. Mark Haddon, en su novela El delfín, también trata un mito griego, y Madeleine Miller ha construido dos obras de gran magnitud (Circe y La canción de Aquiles) que impulsa la lectura de los mitos entre los lectores actuales. Así podríamos seguir hasta el infinito (en un junco).
La autora aragonesa ha construido aquí una oda a los mitos y a las historias en general. «Algunas victorias no son ni gloriosas ni recordadas; pero algunas derrotas pueden llegar a ser leyendas, y de leyendas pasan a victorias», dice Ana María Matute en Olvidado rey Gudú, una cita que Vallejo incluye en el inicio de su novela. Ni las victorias ni las derrotas van con Vallejo, pero esta obra que ha escrito ha pasado a leyenda, y de ahí, a victoria.
Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Esta obra me recuerda a todas aquellas que he leído que tratan mitos griegos o que son, directamente, mitos o novelas escritas en la Antigua Grecia o en la época del Imperio romano. Días después de leer esta novela, a finales de marzo de 2021, en el programa El cazador de La 1 preguntaron qué otro idioma se hablaba en el Imperio romano aparte del latín: hebreo, griego o árabe. Yo pensé en griego, y acerté. El concursante, creo, falló.

