Aposté por Philip Roth, muy aclamado por la comunidad lectora, y por Cormac McCarthy, igualmente querido. Asimismo, creo que escritores como Amos Oz, Haruki Murakami o Salman Rushdie merecían el Nobel de Literatura. Joyce Carol Oates y Margaret Atwood, las únicas mujeres favoritas, podrían conseguirlo tras haber obtenido el 0% de premios Nobel de ciencias este año otra vez. Aun así, nunca pensé en que Kazuo Ishiguro pudiera conseguirlo.
Es un escritor que conocí hace poco más de un mes, al leer la sinopsis de su último libro hasta la fecha, El gigante enterrado (Anagrama, 2017). Un día fui a una librería cuyo dueño es casi amigo, y como no quiero irme con las manos vacías para quedar bien con él, me llevé ese libro. Creo que es la mejor elección que he hecho a corto plazo en mucho tiempo. El seis de septiembre ya me lo había leído (la reseña se publicará el 8 de enero de 2018), y me dejó una huella tremenda, un dolor que me impidió conciliar el sueño con facilidad aquella noche, porque el final del libro era demasiado impactante.
Hoy se ha dado el Nobel de Literatura a Ishiguro, y no tengo palabras para enorgullecerme. Pensar que hace menos de un mes yo estaba leyéndome su libro y que ahora es el ganador me llena de orgullo. Creo que este año se ha acertado después de que el año pasado se lo dieran a Bob Dylan (me pareció un batacazo, como si no hubiera buenos escritores en el mundo para elegir a un cantautor, con todos mis respetos a su talento musical y poético).
¡ENHORABUENA, KAZUO ISHIGURO! Viva la literatura y vivan los buenos literatos como él.
Mortal y rosa 