No hay tierra donde enterrarme (Episkaia, 2019), de María Bonete Escoto.

Hay un momento en el que una persona puede morir y que no sea físicamente. Se trata del instante en que se da cuenta de que todo a su alrededor está perdido y, tras meditarlo lo suficiente, no encuentra ningún camino válido que seguir más que dejar que la tierra que tiene a sus pies se lo trague con la mayor rapidez posible para no tener que hundirse él mismo.

No hay tierra donde enterrarme (Episkaia, 2019) es una novela gótica y distópica que se divide en tres días y transcurre en un internado apartado en un páramo. En él hay alumnas de entre cinco y dieciocho años, casi todas huérfanas. Todo lo que conocen está allí dentro, como sus amigas, y también sus enemigas. El mundo exterior es desolador porque hay un desastre medioambiental, atentados y una guerra de la que apenas se sabe pero que amenaza con acabar con todo.

Este libro de María Bonete Escoto (Elche, 1993) está protagonizado por dos chicas de diecisiete años, Sara y Jean. Sara lleva diez años en el internado, mientras que Jean lleva apenas dos meses. Antes de Jean, Sara tenía otra amiga, Ana, pero ha desaparecido. Ellas creen que se ha fugado, que ha cruzado el canal y que viaja por fin a reclamar lo que le pertenece, pero nadie sabe nada en realidad. Fuera, el mundo cambia constantemente y deben enfrentarse a él juntas.

Un desastre medioambiental ha destrozado el mundo. No para de llover, porque así lo han querido los que mandan, pero la lluvia es ácida, así que no se puede estar mucho tiempo a la intemperie. Además, la tierra que rodea al internado, por culpa de la lluvia, es lodo, así que corren el riesgo de hundirse. Ya no hay cielos azules, solo nubes y la lluvia ácida, que se lo come todo. La tierra traga y el agua desintegra. La lluvia es artificial, creada por el hombre. Para crear esa lluvia echan productos químicos, por eso es ácida. De lo contrario, la inexistencia total de lluvia sería peor. Ellas, como barco a la deriva, sobreviven a la tempestad, que también es la época en la que les ha tocado vivir. Si miran por la ventana, también está el peligro de ver que, del lodo, emerge algo que no esperan. 

Una noche de lluvia y apagón, que es algo común en el internado, la directora descubre desde su ventana que una figura se acerca. En el internado, las alumnas viven en una burbuja. Es el refugio perfecto cuando el frío y la guerra arrecian, pero aun así la directora está preocupada, y más que lo estará cuando comiencen a ocurrir sucesos extraños y la muerte se entrometa en sus vidas.

El barro del páramo se traga personas, animales y vehículos. Sara y Jean se mueven en ese entorno hostil con dos premisas: a priori, su amiga Ana ha huido del internado, y un preso ha escapado de una cárcel que está cerca. Ana era la única chica del internado sin casa ni padres, pues todas tienen al menos una de las dos. Desde que no está, Sara y Jean cuchichean y se hacen compañía para desprenderse del frío que agarrota al mundo y que llega hasta ellas. Sobre todo hasta ellas.

La noche en la que la directora vislumbra una figura que se acerca, ellas están metidas en la misma cama, hablando, y se quedan dormidas juntas, lo que resulta motivo de burla para el resto de alumnas al día siguiente. Sara está desolada, y Jean la admira. Parece incluso idolatrarla y sentirse agradecida con ella porque Sara la considera su compañera y amiga, así que Jean intenta defenderla del mundo exterior. Les aburre la monotonía, y fuera el mundo se destruye igual que dentro de la propia Sara, por eso Jean hace de escudo. Tras un suceso extraordinario, ambas se unen para investigar lo ocurrido, pero tendrán que luchar contra el secretismo que impone la directora.

La narración de esta novela es la de un pasado ya olvidado donde solo quedan ruinas. Desde el principio, Bonete presenta varios acontecimientos para mantener alerta al lector: las huidas de Ana y del preso, el aterrizaje de una avioneta elegante y oscura en el aeródromo del pueblo… Algunos tendrán más recorrido y otros se quedarán en un misterio, creo, incluso para la autora. Crea el ambiente propicio para desarrollar esta tensión: los apagones, la lluvia y secretismo ponen la semilla de miedo en el lector.

Asimismo, en apenas un puñado de páginas concentra varios sucesos y construye a dos personajes singulares. Por un lado está Sara, que destaca sobre Jean. Pese a llevar mucho tiempo en el internado, solo tenía una amiga, Ana, y ahora que se ha ido solo le queda Jean. Pese a estar rodeada de tanta gente, se siente sola. Por otro lado está la directora, que tiene sus fantasmas interiores y su intento por mantener el control se tambalea. Bonete no la describe como una persona pérfida y malvada, sino como alguien cansado que intenta soportar la situación.

Debido al desastre medioambiental y a que la luz se va con frecuencia en el internado, las alumnas quedan relegadas a un obligado exilio interior. A su alrededor solo hay desolación, demasiado muerto para tan poca tierra donde enterrarlos, porque el lodo al final los descubre. Por su extensión y la historia que cuenta, No hay tierra donde enterrarme deja más interrogantes de los que resuelve, y al final el lector tiene que construir la mitad de la historia en su cabeza con lo que la autora sugiere.

Al final, esta novela habla sobre las mentiras que ocultamos y aquello que nos inventamos para no contar la verdad. Como en la vida, hay que tratar de olvidar a los que fallecen o desaparecen, pasar página y superar el duelo.

Las comparaciones son odiosas o… si te gustó este te gustará aquel (siempre salvando las distancias): Me pongo a pensar en puntos importantes de esta historia (el internado, dos protagonistas adolescentes y otros hechos que no voy a desvelar) y no lo conecto con ninguna otra novela que haya leído, así que no voy a compararla con ninguna.


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